¡Nos gusta jugar!
Nos gusta jugar. Desde que
vivimos en sociedad al ser humano le ha gustado jugar. Por diversión, en espera
de una gratificación o por simple sensación de superioridad con el rival
vencido, nos justa jugar. No sabemos que hacían nuestros antepasados al abrigo
de las cuevas en su escaso tiempo libre más allá de la caza y recolección
diaria. Seguro que competirían a ver quién arrojaba más lejos su lanza o quién
levantaba aquella pesada piedra que se cruzaba en su camino.
Desde que comenzó la Historia de la mano de la escritura, sumerios, egipcios, griegos y otros muchos pueblos dejaron constancia de diversos tipos de juegos en sus textos y restos arqueológicos, pero sin lugar a dudas los verdaderos amantes del juego fueron los romanos. Apostadores empedernidos ya sea con los dados o en las carreras del circo, a ellos les debemos la palabra ludus, que además de escuela o aprendizaje era sinónimo de entretenimiento, juego o diversión. De ella proceden términos como lúdico, ludoteca o ludópata, término actual este último que se les podría aplicar perfectamente a la civilización romana. Como decían los Monty Python, -aparte del alcantarillado, el acueducto, las carreteras, la irrigación, los baños o el vino, ¿Qué nos han dado los romanos?-, pues eso, la pasión por el juego y la apuesta y como dice el título del libro de Paco Álvarez, “Somos Romanos”.
![]() |
Dados de época romana |
Sin entrar en datos, estadísticas
o en los problemas socio-económicos de los modernos juegos de azar, España es
un país en el que se apuesta y juega mucho. Entre aquel que participa en el
ritual de la Lotería de Navidad más por compromiso que por convicción, hasta
aquel otro que cuenta la leyenda urbana perdió el caserío apostando en el
frontón del pueblo, hay todo un mundo de posibilidades al que cada uno de
nosotros hemos sido tentados más de una vez.
Orígenes de la lotería en España
En la España de mediados del
XVIII se jugaba y apostaba siendo los naipes el juego estrella. La variedad de
juegos era inimaginable y se desarrollaba principalmente en tabernas y lugares
de ocio de mala reputación bajo la recompensa de un premio económico para el
ganador de la apuesta correspondiente.
Este tipo de juego de naipes y el
ambiente que le rodeaba nunca había sido bien visto por las autoridades
eclesiásticas. Del mismo modo la monarquía la toleraba a sabiendas que servía
de vía de escape popular y amortiguador de posibles reclamaciones sociales.
En 1759 llegaba Carlos III como
rey de España tras el fallecimiento de su hermanastro Fernando VI. El nuevo rey
y su séquito de ministros italianos traían el exitoso programa de gobierno que
llevaba desarrollando como rey en Nápoles y Sicilia desde hacía un cuarto de
siglo. Una de esas medidas que pretendía implantar era el control de los juegos
de azar, prohibiendo…
“…que las personas estantes en
estos reinos, de cualquier calidad y condición que sean, jueguen, tengan o
permitan en sus casas los juegos de banca o faraón, baceta, carteta, banca
fallida, sacanete, parar, treinta y cuarenta, cacho, flor, quince, treinta y
una envidada, ni otros cualesquiera de naipes que sean de suerte y azar".
Pero no pensemos en un objetivo
bondadoso de sacar a la gente ociosa del vicio de los juegos de naipes y
llevarlos por el buen camino, más bien el objetivo era dar exclusividad a la
lotto, el nuevo juego de azar que el monarca traía de sus reinos en Italia
donde se venía practicando desde mediados del siglo XVII.
Por Decreto de 30 de Septiembre
de 1763 se establecía que:
“se ha servido S. M. resolver que
a imitación de la Corte de Roma y otras, se establezca en esta Villa, a
beneficio de los Hospitales, Hospicios y otras Obras Pías, una Lotería o
Beneficiata, cuya primera extracción o sorteo se ejecutará el día 10 de
diciembre próximo bajo las seguridades, método y reglas explicadas en el libro
que se ha impreso y hallará en la Casa-Dirección sita por ahora en la calle de
Santa María, cerca de los Capuchinos de la Paciencia, y en los puestos que esta
ha señalado, y según se manifiesta en las listas, que queda dispuesto se
distribuyan gratis al público.”
Obviamente no consiguió su primer
objetivo de erradicar la competencia de los naipes, si bien el segundo lo logró
ampliamente como lo demuestra su evolución hasta nuestros días.
Esta lotería proporcionaba una
fuente de ingresos voluntarios que se disfrazaba de cierto espíritu de
beneficencia en la inversión de lo recaudado en hospitales y hospicios a
diferencia de los impopulares impuestos obligatorios de recaudación directa.
Muestra de su fin recaudatorio es el control total estatal que desde 1774
impedía jugar a cualquier tipo de lotería extranjera.
El funcionamiento de esta primera
Real Lotería se asemeja mucho a la que hoy conocemos como Lotería Primitiva y
es que de ella deriva hoy su nombre tras la creación en 1812 de la denominada
Lotería Moderna o Nacional. Se debía elegir entre 90 números de los que se
sacaban 5. La novedad del juego y su complejidad de apuestas hizo redactar un
manual con las instrucciones del juego tal y como indica el decreto de la
creación de 30 de septiembre.
![]() |
Libro editado con las instrucciones de la Real Loteria (1763) |
La Lotería Moderna nace en 1812 en las Cortes de Cádiz. En el contexto de un país invadido en su totalidad salvo la ciudad de Cádiz, se aprueban las bases de una nueva lotería en base a la emisión de billetes o números divididos en quartos que permitían recaudar fondos urgentes para la defensa de la ciudad. El primer sorteo se celebró el 4 de marzo, quince días antes de ser proclamada la primera Constitución.
El 6 de diciembre las Cortes
autorizan al gobierno regente a hacer extensivo “a donde crea más útil y
ventajoso al erario el establecimiento de la lotería nacional”. El 18 de
diciembre se celebró también en Cádiz el duodécimo sorteo, el que podemos
considerar el primero oficiosamente “de Navidad”.
Conforme la guerra iba avanzando y ganando terreno al invasor, se siguieron celebrando los sorteos y se extendió la participación a distintas regiones de Andalucía.
![]() |
Quarto de Billete del primer "sorteo de Navidad" (1812) |
“Las Cortes generales y
extraordinarias de la nación enteradas del proyecto que les fue presentado de
una lotería nominada nacional… …se sirvieron autorizar a la Regencia del reino
para que lo llevase a efecto del modo más útil y conveniente. En consecuencia
S. A. considerando que este puede ser un medio de aumentar los ingresos del
erario público sin quebranto de los contribuyentes, y atendiendo a que los
fondos que se versen en este juego sean manejados con fidelidad, sin agravio ni
perjuicio del público interesado se sirvió aprobar el plan con las reglas
oportunas, y nombró dos jueces conservadores del establecimiento, contador y
demás dependientes necesarios para el buen servicio de, habiéndose establecido
dicha lotería y celebrado el primer sorteo en Cádiz el día 4 de marzo del año
pasado de 1812.
Para que el pueblo de Madrid se
imponga del sistema de esta lotería, y pueda interesarse en ella, he dispuesto
se publique la siguiente instrucción que se formó para este efecto…”
El decreto fundacional nos
permite comprobar cuan cerca estaba este sorteo de los que se realizan
actualmente. No hay un único premio, sino que se establecían 837 premios y seis
aproximaciones que “…se aumentarán progresivamente según el interés que el
público tome en este sorteo”. Cada número o billete debía ser impreso y se
dividiría a conveniencia en fracciones en “enteros, medios y quartos” para
facilitar su venta “…por cuyo medio puede lograr premio sin exponer crecida cantidad”.
Cada billete “…explicará no solo el día, mes, año y número del sorteo a que
pertenece, si es entero, medio o quarto, sino es también su valor.”
El primer sorteo había de
celebrarse el 3 de septiembre con 25.000 números de 2 pesos fuertes o duros (40
reales). En total lo recaudado ascendía a 50.000 pesos de los cuales la
Hacienda Pública se había de quedar con un 25%.
Aunque todavía no se había
introducido el reintegro del primer premio, que llegaría más tarde, los 37.500
pesos en premios se repartían de la siguiente manera:
“El día anterior a la celebración
del sorteo, a presencia de uno de los señores jueces conservadores, de un señor
regidor del ayuntamiento (Madrid), del contador, oficiales y secretario, se
contará una baraja de células, que para el intento se tendrá impresa desde el
número 1 al 25.000, igual a la numeración de billetes sobre el fondo con que se
celebra el sorteo, las que enrolladas y pegadas las orillas de fuera a
presencia de dichos señores, se introducirán en un globo o cilindro de bastante
capacidad para que con amplitud puedan barajarse, quedando ciertos de que
positivamente existen incluidas todas las cédulas de los números de los
billetes del sorteo.
En otro pequeño globo o cilindro
se introducirán por el secretario las cédulas de premios, cotejadas con el
aviso del público, y ambas máquinas quedarán cerradas, poniendo las llaves en
una arquita pequeña de tres cerraduras, y dando las de esta una al señor juez
conservador, otra al señor regidor, quedándose con la tercera el secretario
para prevenir toda sospecha de parte del público, con lo que todos vivirás
satisfechos de la legalidad y pureza con que se han de ejecutar los sorteos, y
no tendrán duda de que cuantos billetes comprehenden los números de que se
compone el fondo de cada sorteo, entran al juego a buscar la suerte entre los
premios que a proporción del fondo se señalan en la fórmula del aviso.”
El sorteo había de comenzar a las
9 de la mañana del día señalado en el billete ante la presencia de las
autoridades señaladas para “…tomar razón respectivamente de los números y
premios que vaya dando la suerte. El celo e integridad del tribunal no darán
ocasión a que nadie pueda dudar de la escrupulosidad y pureza con que se
celebra el sorteo.”
En cuanto al desarrollo del acto
propio del sorteo mucho nos recuerda a nuestros tiempos:
“Sobre la mesa del tribunal
estará la arquita en que se custodian las llaves de los dos cilindros, estando
a la derecha la máquina grande de números, y a la izquierda la pequeña de
premios, a las que a presencia del público se darán varias vueltas para que las
cédulas se mezclen y barajen bien, lo que se repetirá a cada diez números
abriéndose la puerta de la máquina por el secretario, se dará principio al
sorteo, desenrollándose los números y premios que van saliendo de la máquina,
se manifestarán al público y a los oficiales que han de tomar razón, y hacer
los correspondientes asientos; se publicará el número del billete y valor del
premio por dos jóvenes en alta voz por tres veces, procediendo con toda la
solemnidad y cuidado que la confianza del público espectador exige, con tal
notoriedad, que excluya hasta la más leve sospecha; y las cédulas después se
colocarán en tableros poniendo el número a la derecha y el premio enfrente,
para que todos puedan enterarse de los números premiados y el orden con que han
salido, permaneciendo así hasta el sorteo siguiente.”
Poco a poco esta nueva Lotería Nacional ganó el favor popular frente a la anterior Real Lotería que ya empezaba a ser denominaba como Lotería Primitiva. Sin embargo durante la vuelta del absolutismo de Fernando VII (1823-1833) y en ciertos periodos de gobiernos conservadores durante el reinado de su hija Isabel II, se le denominaría como Lotería Moderna, en contraposición a la Primitiva evitando el término Nacional identificado políticamente con las ideas liberales y progresistas.
En estos primeros sorteos la
venta se circunscribía en exclusiva a Madrid aunque existía la posibilidad para
foráneos de reservar billetes o acudir a la reventa. Ante la buena respuesta del
público no tardará la Hacienda Real en tener que ampliar el número de
participaciones creando décimos y vigésimos de número y extender su venta a
otros puntos del territorio nacional.
¿...y en Torrecilla?
Como monopolio estatal que era
correspondía a éste la distribución y autorización de venta en las denominadas
Administraciones de Loterías. Ya el Diccionario geográfico-estadístico de
España y Portugal de Sebastián Miaño editado en 1828 se dice que en Torrecilla
hay “…administración subalterna de correos y loterías”. Lo mismo se repite años
más tarde en el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1849
de Pascual Modoz en el que Torrecilla contaba con “…administración subalterna
de rentas, correos y loterías”. Es además el único municipio de Cameros con tal
facultad, cosa que en 1849 cabría esperar por su condición de cabeza de Partido
Judicial, pero que en 1828 sorprende y denota la rapidez con que la fiebre de
la lotería había llegado a cada rincón de España.
Podemos ver el ejemplo de la toma
de posesión por Francisco Laguna como Administrador de Loterías en Torrecilla
en 1858. Dicho individuo se presenta el
15 de noviembre ante el Ayuntamiento exhibiendo el Título expedido por el
Gobernador de la Provincia dando oficialidad al nombramiento que el 18 de mayo la
Dirección General de Loterías le había conferido para ejercer en la
administración nº 2.467 de Torrecilla.
Reunido el Ayuntamiento se
procede a redactar un Acta de toma de posesión de la Administración de Lotería
en la que se dice que:
“…se personó en el local oficina de la renta,
y estando presente el referido Dn Francisco Laguna de esta vecindad, le dio la
posesión real y corporal del mencionado destino y en prueba de ello se hizo
entrega del título que acredita su nombramiento y los demás documentos que
corresponden a esta administración para su desempeño, cuya posesión tomo quieta
y pacíficamente, de cuyo acto mandó el Sr. Alcalde formar esta diligencia…”
Con todos estos nombramientos,
títulos y tomas de posesión, no nos equivocaríamos mucho si asimilásemos a
estas personas a lo que hoy entendemos por un funcionario público. Aunque
quizás hoy en día hemos perdido esa perspectiva cuando acudimos a una
administración de lotería a comprar un décimo y lo vemos como un
establecimiento comercial más, no debemos olvidar que el lotero no sólo vende
una participación en un sorteo, está recaudando un dinero para el Ministerio de
Hacienda. Hoy en día esa función es perfectamente controlable por el Estado a
distancia y se puede externalizar en concesiones de Administraciones, pero
pensemos hace dos siglos cuando los billetes impresos en Madrid habían de
viajar por caminos de herradura durante días o semanas para llegar a cualquier
punto de España. Luego el dinero de su venta había de ser nuevamente remitido a
la Hacienda Real por los mismos cauces. Así que el encargado de todo este
proceso, el responsable de la Administración de Lotería, debía ser una persona
con las capacidades y condiciones adecuadas, ser una extensión de la
Administración del Estado en ese punto de venta, de ahí la denominación de
estos puntos de venta como Administraciones de Lotería.
A buen seguro en varios momentos
durante estos casi 260 años de sorteos algún habitante de Torrecilla habrá
experimentado a título personal la alegría por ser el afortunado en uno de los
múltiples tipos de lotería que surgieron desde aquel lejano 1763. Próximamente traemos aquí una segunda entrega con cuatro pequeñas historias que relacionan a Torrecilla en Cameros con la lotería, casualidades o no, las cuatro lo son con el sorteo extraordinario de Navidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario