El martes, 4 de noviembre de
1890, se presentaba en Torrecilla un presunto monje del monasterio de Santa
María de Valvanera con las intenciones de llevarse para su cenobio un retablo
del antiguo convento de San Francisco y una talla de la Virgen que estaban en
la parroquia de San Martín. Las horas tan intempestivas de madrugada y la
premura en la actuación hicieron dudar al sacristán pese a indicar que eran
órdenes superiores del Señor Obispo de Calahorra Don Antonio Mª Cascajares. Esta
sospecha le hizo negarse a tal pretensión si no mediaba orden del cura párroco
partiendo de inmediato para alertarle del suceso.
No amilanó el hecho al monje que
sin perder tiempo, y con la ayuda de dos vecinos, cogió con lo que venía
buscando refugiándose en casa de Tomás Tejada (debe ser Tomás Sáenz de Tejada
Salazar, único que concuerda nombre y apellidos en el censo de 1890).
La cosa debió ir caldeándose con el transcurrir de la noche y la madrugada. Podemos
visualizar a los torrecillanos alrededor de la mencionada casa para impedir que
se llevasen su retablo y la talla de la Virgen. Avisado el Alcalde, este reunió al
Concejo decidiendo telegrafiar de inmediato al obispado en Calahorra para ver
la veracidad de las supuestas órdenes.
Ciertas o no las órdenes, y visto
el revuelo montado en el pueblo, el Obispo indicó “se cumplieran los deseos del
pueblo”, dando el vecindario los correspondientes vítores de alegría. Se
organizó una procesión improvisada acompañada de música de panderetas con la
imagen de la Virgen para devolverla a su retablo en la iglesia de San Martín.
Se hizo notar días más tarde a
Torrecilla que le había llegado una información al Obispo que el pueblo quería
desprenderse de esos bienes y en consecuencia obró. Cierto o no esta afirmación,
o sea una mala excusa de aquel al que le han pillado en plena faena, sirva esta
noticia aparecida en La Rioja el 7 de noviembre de 1890 como muestra de cómo
Torrecilla defiende su patrimonio atesorado por el esfuerzo de sus habitantes
durante generaciones.
Del supuesto monje nocturno nunca más se supo, debiendo salir con pies en polvorosa dirección Logroño en cuanto las
circunstancias y los torrecillanos se lo permitieron.
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La Rioja, viernes 7 de noviembre de 1890 |
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