Un repaso a la historia, vida y tradiciones de nuestros antepasados.

lunes, 17 de febrero de 2020

La industria del mueble en Torrecilla en Cameros (II): La industria en Torrecilla hasta comienzos del siglo XX

Al hablar de la Industria en Torrecilla no podemos entender la palabra Industria con el significado actual de una instalación fabril con maquinaria, materia prima y personal dedicada a la producción en masa de un bien de consumo. No será hasta comienzos del XIX cuando surjan las primeras “fábricas de paños” que se asemejen algo a lo que entendemos actualmente por un fábrica.


Anteriormente a todo ello, la economía era predominantemente doméstica y desde la Edad Media giró principalmente en torno a la ganadería ovina. En un principio de subsistencia, fue adquiriendo importancia y regulándose hasta convertirse con el devenir de los años en la única y principal industria de los Cameros y por ende de Torrecilla. Se trabaja en un pastoreo trashumante en el que con los primeros fríos de otoño, por puertos y cañadas, grandes rebaños de ovejas con sus pastores huían del duro invierno serrano hacia los pastos de las lejanas y más cálidas tierras extremeñas, andaluzas o manchegas para regresar a casa con la primavera. Pero hablando de una fábrica entendida como edifico que contiene los medios de producción de un bien en el que prestan sus servicios empleados a cambio de un salario, dos son los casos más destacados en Torrecilla. En 1826, Diego Antonio Martínez de Pinillos comienza la construcción junto a su batán del río San Pedro de la que sería un molino papelero “en el sitio de Maderón junto a las márgenes de este rio Iregua”. Años después se asociaría con su yerno Manuel Mª Vallejo. La creciente demanda de papel, su uso para el embalaje de los paños producidos y la disponibilidad de tejidos excedentes de la fabricación de los que extraer las fibras vegetales necesarias para fabricar dicho papel, pudieron ser las causas del nacimiento de esta industria. En los años 40 el molino de Maderón diversificó su oferta como posible salida al exceso de papel y cartonaje dedicándose además a la fabricación de naipes, toda una novedad provincial, o de librillos de papel de fumar. Muertos los dos socios, se hizo cargo del negocio la esposa e hija de ambos, María Martínez de Pinillos.


Envoltorio naipes de los Srs. Pinillos de Vallejo
Naipes fabricados en Torrecilla

















Unos años más tarde, en 1839, serán Manuel José Sáenz de Tejada y Casimiro Sorzano los que ,tratando de seguir la estela de éxito de los anteriores, edifiquen otro molino papelero en el término de La Huesera que perduraría unos veinticinco años. Tras diversos avatares que veremos, dará origen a la fábrica de muebles que remodelada y ampliada llegará en funcionamiento hasta 1969.
Fuente: Censos de población del INE
Nos vamos encaminando poco a poco al año 1917, fecha en la que según dijimos en la primera entrega, comienza esta historia. Antes intentaremos despejar la incógnita de quien, y gracias a que condicionantes, se plantó la semilla de la futura Industria del Muebles en Torrecilla en Cameros.

Si bien en un principio, el objetivo primordial era la exportación lanera desde los puertos del Cantábrico hacia las fábricas de Flandes y el norte de Europa, la explotación ganadera favoreció paulatinamente la implantación de una cada vez más importante industria textil propia en los Cameros. Se fue creando una amplia red de familias enriquecidas y ennoblecidas, grandes propietarios ganaderos y textiles, muchas de la cuales fueron diversificando y enfocando sus negocios hacia Europa y América. Se establecieron Reglamentos y Normas para asegurar una producción homogénea y de calidad ante la proliferación productores y diversificación de productos.

El siglo XVII y primera mitad del XVIII habían de ser la época dorada de esta industria lanera. Los datos del Catastro del Marqués de la Ensenada para Torrecilla en 1753 nos pueden dar una muestra de la situación económica e industrial de la villa y la dependencia de sus alrededor de 450 vecinos (entiéndase vecino por unidades familiares) casi en exclusiva de la ganadería lanar y la industria pañera. Había 130 tundidores y fabricantes de paños, 22 percheros, 3 prensas y el gran lavadero de lanas junto al Iregua de los Manso de Velasco. En todas estas instalaciones se producían principalmente paños y bayetas. Se contabilizaban hasta 74 trajineros que se dedicaban al transporte de cargas de paños elaborados y de materias primas como lana o cardas hasta lugares tan remotos como Galicia desde donde regresaban con otros bienes de consumo que vender en Torrecilla.

Pero esta situación representaba el punto álgido de un negocio que habría de decaer en la segunda parte del siglo. Aunque ya en 1730 se empezó a sentir los efectos del alza de impuestos a los ganados trashumantes, no será hasta años posteriores cuando los efectos de la política ilustrada contra los privilegios del Honrado Concejo de La Mesta la hagan entrar en un proceso irreversible de decadencia.

Una grave crisis económica provoco el alza de precios agrícolas, de los pastos y la pérdida de cabezas de ganado. La progresiva mecanización de la industria lanar con la consiguiente mejora de las calidades, y por lo tanto, la necesidad de inversiones para mantener la pujanza en los mercados, fue acabando con la industria tradicional en muchas localidades serranas, en la que como en Torrecilla, era su sustento principal. En apenas un siglo la antigua y pujante industria pañera camerana se vino abajo.

Tan sólo localidades como Torrecilla o Soto supieron adaptarse a la situación y arrancar el siglo XIX con una industria textil en renovación y parcialmente mecanizada aprovechando siempre la fuerza motriz de las corrientes de agua disponibles. En nuestro caso, los ríos Iregua, San Pedro y Campillo  serán los cauces en los que se construyan e instalen batanes, tintes, máquinas de cardar e hilar y en definitiva pequeñas, primitivas y rudimentarias instalaciones fabriles. En cualquier caso esta mecanización parcial fue poco afortunada y no debió ser suficiente para competir con zonas punteras como Cataluña.

En la segunda mitad de siglo, la trashumancia ha desaparecido, ya no se construyen nuevas instalaciones y las que no se cierran y abandonan, se alquilar o se dividen en función de herencias. Finalizará el siglo XIX con una única fábrica propiedad de Pedro Sáenz-Diez Ibarra con un tinte, un batán, una prensa y diez telares que será el punto final de la industria lanera y textil en Torrecilla cuando cierre años más tarde.

En lo que hace referencia a otros negocios, en todas las épocas hay artesanos que producen o comercializan otros bienes de consumo a pequeña escala como carniceros, panaderos o chocolateros. Junto a ellos profesionales de oficios varios como canteros, zapateros, cisqueros, carpinteros o herreros, todos con una producción artesanal, escasa y bajo demanda.

Todos estos datos nos muestran que pese a la dificultad de la orografía y la climatología, Torrecilla venía siendo un importante centro industrial a mediados del siglo XIX. Sin embargo en los años finales y el cambio de siglo vieron cerrar estos negocios, y como la mayoría de los pequeños pueblos serranos vuelven a una economía agrícola y ganadera casi de subsistencia.

En esos años, la natalidad se mantiene a la par que la mortalidad infantil disminuye lo que provoca un excedente de mano de obra joven. A la grave crisis económica se suma la gran crisis demográfica provocada por la emigración de esa gran masa de jóvenes cameranos desocupados principalmente hacia Argentina y Chile tratando de “hacer las Américas” con dispar fortuna. En los 50 años que van de 1860 a 1910, Torrecilla pasaba de 1961 a 1182 habitantes, es decir, perdía casi el 40% de sus habitantes.

Esto decía el diario La Rioja el 2 de noviembre de 1911: “Son tantos los que emigran de este pueblo para América, que reina el mayor pesimismo sobre la suerte que va a correr Torrecilla en un corto número de años”. Al año siguiente, un 10 de octubre el mismo periódico relataba: “La emigración de gentes de este país va en aumento, y claro es que cada vez se quedan estos pueblos en peor situación. Mañana salen para América unas cincuenta personas, sólo de Torrecilla y Nestares”. Esta fuga de jóvenes continuaría hasta 1930 con el paréntesis obligado de la I Guerra Mundial (1914-1918) en la que la navegación trasatlántica se hizo muy difícil.

La situación de crisis económica, social y demográfica sería irreversible para la mayoría de los pequeños municipios serranos de La Rioja que se manifestará en el siglo XX. Sin embargo, Torrecilla en Cameros remontará esta situación y todavía tendría una nueva época de esplendor en años posteriores, a nuestro criterio, sin duda ligada a la industria que nos ocupa. Veremos aumentar poco a poco la actividad económica a la par que volverá a aumentar la población, sin llegar eso sí, a los niveles del siglo anterior. 


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