Un repaso a la historia, vida y tradiciones de nuestros antepasados.

miércoles, 13 de julio de 2022

Cómo elaborar un estudio familiar (I)


OBJETIVOS

De unos años a esta parte se ha puesto de moda los temas relacionados con la heráldica y la genealogía. Son muchas las personas que bucean en registros civiles y parroquiales en busca de nombres de personas, fechas, localidades de origen, apellidos que se perdieron en una sociedad masculina que primaba el rol del hombre sobre el de la mujer. En busca de los antiguos apellidos compuestos también desaparecidos o parcialmente cercenados por la desidia u olvido familiar, del párroco o del registro civil de turno que los simplificaban en un común Ruiz o Martínez perdiendo la especificidad del apellido compuesto que fue típico en muchas de estas zonas cameranas.

 

Segunda parte del Nobiliario Genealógico de los Reyes de España y Títulos de España (1622): árbol de los González de Andía (pág. 257)

De igual modo los archivos se encuentran también llenos de gentes con la esperanza de encontrar un antepasado noble del que poder emparentar y presumir. Pero la realidad es que  los ciudadanos normales tenemos muchas más posibilidades de encontrarnos con un “hijos de padres desconocidos” que con nombres de nobles de alta cuna con los que emparentan. Quizás con un poco de suerte demos con un antepasado que se declaraba a si mismo noble y nos llevemos la alegría de la semana. Si sólo nos quedamos en eso, nunca entenderemos que en la mayoría de los casos esa nobleza se basaba en un antepasado vizcaíno o quizás en la pertenencia a alguno de los Solares (Tejada, Valdeosera o Pinillos) típicos de estas tierras a los que pertenecían muchos de sus convecinos.  Esta nobleza casi nunca implicaba nada, más allá de presumir de ella en su entorno inmediato sin prácticamente ningún tipo de privilegio económico, material o social. Como se suele decir todos somos “hijos de Dios”, pero difícilmente de Julio Cesar o Carlomagno por citar dos personajes importantes, ni tan siquiera del gran conquistador Gengis Khan muy dado a las batallas y a engendrar hijos, del que algún investigador con mucho tiempo libre hace descender a uno de cada doscientos humanos del planeta.

Así que, sin perder de vista este aspecto tradicional y fundamental de la búsqueda de nuestros antepasados basada en buscar nombres, apellidos, lugares y fechas, lo aconsejable es buscar una visión mucho más global del tema. Construir un árbol genealógico es una oportunidad para intentar buscar y revelar otros datos a parte de un frío nombre y apellidos, y así cualquier dato adicional que surja en la investigación nos servirá para comprender en que sociedad les tocó vivir a estos individuos, como fueron sus relaciones personales, cómo vivían o quizás cómo sobrevivían, su nivel económico y cultural o su religiosidad.

Cuando comenzamos a armar nuestro árbol genealógico tenemos certeza de algunos antepasados como padres, abuelos o bisabuelos, de los que conocemos ciertos datos onomásticos por contacto directo o tradición oral familiar. Sabemos algunas fechas clave de sus vidas, sus profesiones, sus relaciones de parentesco, e incluso sus posibles aventuras y desventuras. Toda esa tradición oral que pasa de generación en generación con mayor o menor fortuna va perdiendo nitidez en el relato en función de los interlocutores y su interés por recordar. En el momento que nos sumergimos en la búsqueda de más ancestros fuera de los conocidos por la tradición oral y comenzamos a trepar en este nuestro árbol genealógico nos vamos remontando en el tiempo, vamos encontrando infinidad de nombres que aparentemente son sólo nombres a los que  generalmente acompañan unas fechas y un lugar de origen, casamiento, estancia, vivencia o fallecimiento. Cuando nos salimos de los cauces tradicionales de búsqueda genealógica basada en registros civiles y eclesiásticos y encontramos en libros, enciclopedias, escrituras notariales, catastros, alistamientos militares o pleitos judiciales, cualquier tipo de información sobre alguno de los componentes de nuestro árbol, creo que a todos se nos ilumina la cara, la mente sin quererlo echa a volar imaginando cómo serían sus caras, qué pensamientos les acompañarían a diario, cuáles serían sus experiencias vitales o qué carácter tendrían.

En mi experiencia personal he encontrado información en diversos lugares que visten esos fríos nombres y apellidos. Información alejada de los objetivos tradicionales de tratar de localizar a un antepasado que fue Caballero de la Orden de..., o que si fue Señor de..., o perteneció al Solar de...., cosas mucho más cercanas y mundanas: donde vivían, como se ganaban la vida, que compraban o vendía, testamentos o dotes matrimoniales. Pero siempre hay una vocecilla que te dice: “No sigas, que vas a encontrar que a algún antepasado le colgaron en la plaza del pueblo por ladrón, o algo peor”, ya que pocos serán los que si profundizan en sus raíces no encuentren asuntos turbios de alguno de sus antepasados. Primero de todos hemos de ponernos las gafas de la época para entender el momento que les tocó vivir, con una sociedad con necesidades y valores distintos de los de hoy en día. Por ahora no he encontrado a ese ajusticiado por ladrón en la picota del pueblo, pero en algunos casos las noticias de la época nos revelan asuntos turbios. Deudas impagadas, robos de cerdos para subsistencia, motines carcelarios, reyertas que acaban en acuchillados, algún que otro torrecillano tirado desde lo alto del puente sobre el río Iregua o el gravísimo delito de falsificación de moneda, son una muestra de lo que nos podemos encontrar en el camino de investigación. Pero igual que aparecen datos que no nos gustaría conocer, también los hay buenos en forma de donativos generosos pese a sus circunstancias personales, asistencia a familiares ancianos moribundos o ayudas desinteresadas en catástrofes locales.

 

Registro Civil de Torrecilla en Cameros (AMT): Libro de Matrimonios (1905-1924)

Junto con la visión tradicional de la genealogía como búsqueda exclusiva de nombres de antepasados está íntimamente ligada la visión tradicional de la cuestión heráldica. Hay que reafirmarse en todo lo dicho con anterioridad de que un verdadero estudio familiar no pretende buscar antepasados con fama, gloria o riquezas, sino entender sus vidas, recuperar y preservar la memoria de ellos. La cuestión de los escudos o heráldica, es toda una ciencia que no se debe tomar a la ligera. Se ha puesto de moda colgar el escudo del apellido familiar en las paredes de nuestras minúsculas casas urbanitas cual noble de la Edad Media sobre la chimenea de su castillo. Los hay incluso más atrevidos que acompañan al supuesto escudo de su apellido con fabulosas historias escritas en pseudo-pergaminos de nobles y reyes junto a los que lucharon esos supuestos antepasados en gloriosas batallas, linajes fundados en tal y cual lugar por el noble de turno del que descienden todos los apellidados de ese modo en dicho lugar. En definitiva se trata de toda una industria florecida alrededor de la heráldica y que tiene su exponente máximo en supuestas páginas web especializadas y en todo tipo de ferias y mercados medievales.

Las más de las veces estas narraciones carecen de toda base documental desconociendo a ciencia cierta cuáles son sus orígenes y se transcriben una y otra vez de manual en manual de heráldica sin aportar los datos de partida de donde proceden. Pero este no es un problema contemporáneo, fue en los primeros tratados de genealogía de comienzos del siglo XVII cuando se comenzaron a hilar estas historias fantasiosas tratando de dar un pasado glorioso a los nuevos personajes que accedían a ciertos cargos, Órdenes Militares o privilegios reales, muchas veces pago mediante, y que necesitaban adornar su nueva situación con un halo de nobleza antigua. Gracias a estos primitivos tratados heráldicos se fue popularizando el que todas las personas apellidadas igual descendían del mismo linaje y tenían el mismo escudo heráldico. Por ponerlo en contexto camerano, difícilmente los apellidados Ramírez de Arellano en Torrecilla y alrededores son descendientes del Juan Ramírez de Arellano, Señor de Cameros.

 

Segunda parte del Nobiliario Genealógico de los Reyes de España y Títulos de España (1622): familia Pascual (pág. 516)

Volviendo al tema de los escudos, hablar del escudo de los García es una aberración. El escudo pertenece a una familia, es a ella a la que se le otorga y sólo esa familia tiene derecho a usarlo. Más específicamente, se concedía a una persona y se le autorizaba o no que fuese hereditario en sus descendientes. García es el apellido más numeroso de España con casi millón y medio de habitantes y debido a su gran  difusión, es uno de esos apellidos que probablemente tengan varias decenas de escudos por merced de personajes de la historia que así se lo ganaron. Pero muy pocos de los que se apellidan García tienen derecho a usar alguno de estos escudos. El escudo tradicionalmente ha sido otorgado dentro del estamento nobiliario como reconocimiento personal por hechos relevantes y habitualmente era el propio beneficiario el que lo elegía. Es por este motivo, que salvo casos justificados y documentados, se debe prescindir de dar descripción alguna de escudos familiares. Sólo el estudio genealógico de un apellido permite establecer si le corresponde o no el uso de un escudo específico en función de sus antepasados. Sólo si tenemos el improbable caso de hallar un antepasado al que se le otorgó ese privilegio podríamos hacer ostentación de tal como un escudo familiar.

 

Lámina heráldica comercializada en Internet

Un caso aparte merecen los apellidos de origen toponímico relacionados con un lugar, zona o localidad concreta donde se originó. En este caso se podría usar el escudo oficial de ese lugar pero sin olvidar lo comentado anteriormente, no es un escudo heráldico sino el de una entidad político-administrativa. Usar el escudo de la localidad donde se originó el apellido sólo nos indica eso, un origen toponímico y nada más.

Con todo esto quedan definidos en gran medida los objetivos que podríamos plantearnos al comienzo de una investigación genealógica destinada a elaborar no sólo un árbol genealógico sino un buen estudio familiar, la metodología del proceso de búsqueda de datos, los documentos y lugares donde se hallan se pueden tratar en lo que denominaríamos “proceso de investigación” que se tratará en el siguiente artículo.