Al hablar de la Industria en Torrecilla no podemos entender la palabra Industria con el significado actual de una instalación fabril con maquinaria, materia prima y personal dedicada a la producción en masa de un bien de consumo. No será hasta comienzos del XIX cuando surjan las primeras “fábricas de paños” que se asemejen algo a lo que entendemos actualmente por un fábrica.
Anteriormente a todo ello, la economía era predominantemente doméstica y desde la Edad Media giró principalmente en torno a la ganadería ovina. En un principio de subsistencia, fue adquiriendo importancia y regulándose hasta convertirse con el devenir de los años en la única y principal industria de los Cameros y por ende de Torrecilla. Se trabaja en un pastoreo trashumante en el que con los primeros fríos de otoño, por puertos y cañadas, grandes rebaños de ovejas con sus pastores huían del duro invierno serrano hacia los pastos de las lejanas y más cálidas tierras extremeñas, andaluzas o manchegas para regresar a casa con la primavera.
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Envoltorio naipes de los Srs. Pinillos de Vallejo |
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Naipes fabricados en Torrecilla |
Unos años más tarde, en 1839, serán Manuel José Sáenz de Tejada y Casimiro Sorzano los que ,tratando de seguir la estela de éxito de los anteriores, edifiquen otro molino papelero en el término de La Huesera que perduraría unos veinticinco años. Tras diversos avatares que veremos, dará origen a la fábrica de muebles que remodelada y ampliada llegará en funcionamiento hasta 1969.
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Fuente: Censos de población del INE |
Si bien en un principio, el
objetivo primordial era la exportación lanera desde los puertos del Cantábrico
hacia las fábricas de Flandes y el norte de Europa, la explotación ganadera
favoreció paulatinamente la implantación de una cada vez más importante
industria textil propia en los Cameros. Se fue creando una amplia red de
familias enriquecidas y ennoblecidas, grandes propietarios ganaderos y
textiles, muchas de la cuales fueron diversificando y enfocando sus negocios
hacia Europa y América. Se establecieron Reglamentos y Normas para asegurar una
producción homogénea y de calidad ante la proliferación productores y
diversificación de productos.
El siglo XVII y primera mitad del
XVIII habían de ser la época dorada de esta industria lanera. Los datos del Catastro
del Marqués de la Ensenada para Torrecilla en 1753 nos pueden dar una muestra
de la situación económica e industrial de la villa y la dependencia de sus
alrededor de 450 vecinos (entiéndase vecino por unidades familiares) casi en exclusiva de la
ganadería lanar y la industria pañera. Había 130 tundidores y fabricantes de
paños, 22 percheros, 3 prensas y el gran lavadero de lanas junto al Iregua de
los Manso de Velasco. En todas estas instalaciones se producían principalmente paños
y bayetas. Se contabilizaban hasta 74 trajineros que se dedicaban al transporte
de cargas de paños elaborados y de materias primas como lana o cardas hasta
lugares tan remotos como Galicia desde donde regresaban con otros bienes de
consumo que vender en Torrecilla.
Pero esta situación representaba
el punto álgido de un negocio que habría de decaer en la segunda parte del
siglo. Aunque ya en 1730 se empezó a sentir los efectos del alza de impuestos a
los ganados trashumantes, no será hasta años posteriores cuando los efectos de
la política ilustrada contra los privilegios del Honrado Concejo de La Mesta la hagan entrar en un
proceso irreversible de decadencia.
Una grave crisis económica
provoco el alza de precios agrícolas, de los pastos y la pérdida de cabezas de
ganado. La progresiva mecanización de la industria lanar con la consiguiente
mejora de las calidades, y por lo tanto, la necesidad de inversiones para
mantener la pujanza en los mercados, fue acabando con la industria tradicional
en muchas localidades serranas, en la que como en Torrecilla, era su sustento principal. En apenas un siglo la antigua y pujante industria pañera
camerana se vino abajo.
Tan sólo localidades como
Torrecilla o Soto supieron adaptarse a la situación y arrancar el siglo XIX con
una industria textil en renovación y parcialmente mecanizada aprovechando
siempre la fuerza motriz de las corrientes de agua disponibles. En nuestro
caso, los ríos Iregua, San Pedro y Campillo serán los cauces en los que se construyan e instalen
batanes, tintes, máquinas de cardar e hilar y en definitiva pequeñas, primitivas y rudimentarias instalaciones fabriles. En cualquier caso esta mecanización parcial fue poco afortunada y no debió
ser suficiente para competir con zonas punteras como Cataluña.
En la segunda mitad de siglo, la
trashumancia ha desaparecido, ya no se construyen nuevas instalaciones y las
que no se cierran y abandonan, se alquilar o se dividen en función de herencias. Finalizará
el siglo XIX con una única fábrica propiedad de Pedro Sáenz-Diez Ibarra con un
tinte, un batán, una prensa y diez telares que será el punto final de la
industria lanera y textil en Torrecilla cuando cierre años más tarde.
En lo que hace referencia a otros
negocios, en todas las épocas hay artesanos que producen o comercializan otros bienes de
consumo a pequeña escala como carniceros, panaderos o chocolateros. Junto a ellos
profesionales de oficios varios como canteros, zapateros, cisqueros,
carpinteros o herreros, todos con una producción artesanal, escasa y bajo
demanda.
Todos estos datos nos muestran que pese a la dificultad de la orografía y la climatología, Torrecilla venía siendo un importante centro industrial a mediados del siglo XIX. Sin embargo en los años finales y el cambio de siglo vieron cerrar estos negocios, y como la mayoría de los pequeños pueblos serranos vuelven a una economía agrícola y ganadera casi de subsistencia.
Todos estos datos nos muestran que pese a la dificultad de la orografía y la climatología, Torrecilla venía siendo un importante centro industrial a mediados del siglo XIX. Sin embargo en los años finales y el cambio de siglo vieron cerrar estos negocios, y como la mayoría de los pequeños pueblos serranos vuelven a una economía agrícola y ganadera casi de subsistencia.
En esos años, la natalidad se
mantiene a la par que la mortalidad infantil disminuye lo que provoca un
excedente de mano de obra joven. A la grave crisis económica se suma la gran crisis
demográfica provocada por la emigración de esa gran masa de jóvenes cameranos desocupados
principalmente hacia Argentina y Chile tratando de “hacer las Américas” con
dispar fortuna. En los 50 años que van de 1860 a 1910, Torrecilla pasaba de
1961 a 1182 habitantes, es decir, perdía casi el 40% de sus habitantes.
Esto decía el diario La Rioja el 2 de noviembre de 1911: “Son tantos los que emigran de este pueblo
para América, que reina el mayor pesimismo sobre la suerte que va a correr
Torrecilla en un corto número de años”. Al año siguiente, un 10 de octubre
el mismo periódico relataba: “La
emigración de gentes de este país va en aumento, y claro es que cada vez se quedan
estos pueblos en peor situación. Mañana salen para América unas cincuenta
personas, sólo de Torrecilla y Nestares”. Esta fuga de jóvenes continuaría
hasta 1930 con el paréntesis obligado de la I Guerra Mundial (1914-1918) en la
que la navegación trasatlántica se hizo muy difícil.
La situación de crisis económica, social y demográfica sería irreversible para la mayoría de los pequeños municipios serranos de La Rioja que se manifestará en el siglo XX. Sin embargo, Torrecilla en Cameros remontará esta situación y todavía tendría una nueva época de esplendor en años posteriores, a nuestro criterio, sin duda ligada a la industria que nos ocupa. Veremos aumentar poco a poco la actividad económica a la par que volverá a aumentar la población, sin llegar eso sí, a los niveles del siglo anterior.
La situación de crisis económica, social y demográfica sería irreversible para la mayoría de los pequeños municipios serranos de La Rioja que se manifestará en el siglo XX. Sin embargo, Torrecilla en Cameros remontará esta situación y todavía tendría una nueva época de esplendor en años posteriores, a nuestro criterio, sin duda ligada a la industria que nos ocupa. Veremos aumentar poco a poco la actividad económica a la par que volverá a aumentar la población, sin llegar eso sí, a los niveles del siglo anterior.