Un repaso a la historia, vida y tradiciones de nuestros antepasados.

lunes, 19 de diciembre de 2022

Cuatro historias de lotería en Torrecilla en Cameros (II)

En la primera entrega de este artículo dedicado a la relación de Torrecilla con la lotería hicimos un repaso a los orígenes de las loterías en España y como desde muy temprano Torrecilla en Cameros contó con su propia Administración de Lotería. 

Vamos en esta segunda entrega con cuatro pequeñas historias que he recopilado sobre esta relación de dos siglos entre Torrecilla y la lotería aunque a buen seguro habrá muchas más que habrán llenado de felicidad a sus afortunados protagonistas.

12.105  Un premio de lotería y una revolución.

Alberto Ruiz Royo fue un político logroñés de ideas republicanas que en palabras del profesor Francisco Martínez Bermejo “fue líder indiscutido e indiscutible del republicanismo provincial en La Rioja”.

Se cuenta que  desde muy joven tomó conciencia de las nacientes ideas liberales siendo parte activa de la Milicia Urbana de Logroño durante la Primera Guerra Carlista. La muerte de su hermano en dicha guerra le debió marcar todavía más en sus ideas progresistas, que partiendo de un primer liberalismo transitó por el liberalismo progresista hasta llegar a un republicanismo convencido.

Uno de los dos acontecimientos de su vida por los que viene aquí a colación estuvo relacionado con el sorteo de la Lotería Moderna o Nacional celebrado el 24 de diciembre de 1851 que tuvo a Logroño por ciudad agraciada y a Alberto Ruiz Royo por uno de los afortunados de aquel “gordo”. El otro motivo de su presencia en este artículo será su relación con Torrecilla en Cameros, pero vayamos por partes.

El Heraldo, de 27 de diciembre de 1851
No hay apenas datos de aquel sorteo de 1851 más allá que el “gordo” de aquel año tocó en Logroño. El número afortunado del sorteo aquel 24 de diciembre de 1851 fue el 12.105, vendido en Logroño y que ya por entonces era el más importante del año por cuantías de premios.

Alberto Ruiz fue uno de los logroñeses agraciados en aquel sorteo. La prensa llegó a publicar que el mismísimo duque de la Victoria, Baldomero Espartero residente ya en Logroño tras regresar de su exilio en Gran Bretaña, había sido uno de los afortunados aunque la noticia fue desmentida. De cualquier modo, ese premio le permitió a nuestro protagonista llevar una vida desahogada con una tienda de comestibles y sala de espectáculos llamada “La Tecle” en el denominado “El Coso”, plaza en la que se celebraban los espectáculos taurinos logroñeses situada en el solar donde se erigió años más tarde la hoy desaparecida comisaria de la Policía Nacional al final de Avenida de Navarra. Este modo de vida le permitía dedicar parte de su tiempo al desempeño de las actividades políticas que eran su verdadera vocación.

Diario de Palma, de 13 de enero de 1852
Podemos decir que el caso de Alberto Ruiz Royo fue totalmente opuesto al de su paisano el arnedano Martín Merino Gómez, más conocido como el Cura Merino. Si el primero dedicó su premio de lotería en asegurarse un futuro acomodado que le permitiese dedicar sus esfuerzos a la labor política, del segundo se cuenta que en 1843 ganó un premio en la lotería de 5.000 duros que junto con el capital de dudosa procedencia que había traído de su autoexilio en Francia, montó un negocio de préstamos rozando la usura que se unía a la tormentosa vida. De tal modo que “fue expulsado de la parroquia de San Sebastián, cuyo clero estaba avergonzado con él, porque a cada momento andaba la policía a su busca a causa de los muchos altercados que le proporcionaba el oficio de usurero a que estaba entregado”. 

Ambos tenían ideas liberales y los dos llegaron a la misma conclusión. Por mucho que nos pueda sorprender hoy en día y como era norma habitual en su época, pensaban que los cambios políticos en España habían de venir por hechos violentos. El 2 de febrero de 1852 Martín Merino, quien sabe si llevado por algún que otro problema mental tal y como argumentó su abogado defensor en el juicio, decidió provocar los cambios políticos que fluían por su cabeza de manera radical atentando con un estilete sobre la reina Isabel II. Fallado en su intento,  detenido inmediatamente, fue condenado y ejecutado mediante garrote cuatro días más tarde. Martín Merino abría el camino de una larga lista de atentados contra Reyes o Presidentes de Gobierno en las siguientes décadas.

Bando de Alberto Ruiz solicitando la entrega de todas las armas de Torrecilla.
Archivo Municipal de Torrecilla en Cameros, 22 de septiembre de 1868
.El caso de Alberto Ruiz Royo fue algo distinto. Tras el pacto de Ostende, los principales partidos políticos, distintos al Moderado que sustentaba a Isabel II, habían decidido que ya no servían los antiguos pronunciamientos militares tan populares en la primera parte de siglo que, en el mejor de los casos suponían un cambio de gobierno y en el peor terminaban con la ejecución del militar cabecilla. Ahora se pretendía el mayor pacto posible entre todas las fuerzas políticas que lograsen el derrocamiento de la Reina y la creación de una nueva forma de Estado que estaba por negociarse.

El número 105 de la revista El Serradero hace un buen repaso a los acontecimientos de estos años en Torrecilla en Cameros. Los opositores riojanos a la Reina no tenían tiempo que perder y se adelantaron dos días a la decisiva batalla del puente de Alcolea que acabaría con el exilio de la Reina. Previos los preparativos en los días anteriores, el 26 de septiembre se produjo el único acontecimiento bélico en tierras riojanas de lo que a  nivel nacional se vino en denominar Revolución Gloriosa. Aunque algunos autores la sitúan en Castañares de las Cuevas, el acontecimiento se dio en la denominada Peña del Cura cerca del cruce de la carretera a Nestares y su molino.

La partida levantada por los autodenominados Voluntarios de la Libertad o Voluntarios de Rioja, estaba comandada por el mencionado Alberto Ruiz Royo El resultado de este enfrentamiento armado fue desfavorable para los sublevados que tuvieron al menos diez fallecidos, varios heridos y un buen número de apresados conducidos a Logroño, aunque posteriormente liberados tras el triunfo revolucionario a nivel nacional. Los muertos de este enfrentamiento fueron enterrados en Torrecilla donde se celebraron funerales el 3 de octubre.

La relación de Alberto Ruiz y su partida fue intensa con Torrecilla esos cuatro días entre el 22 y 26 de septiembre de 1868. Llegaron exigiendo entrega de armas, dinero y material a cuenta de pagos posteriores que el Ayuntamiento se encargó de reclamar una y otra vez tanto a instancias provinciales como al mismo Sagasta, ya Ministro de Gobernación en el nuevo Gobierno Provisional. La reclamación se prolongará en el tiempo.

Alegoría de "La Gloriosa"
La Flaca, 1874
Tras el triunfo de La Gloriosa y la inclinación del nuevo Gobierno Provisional por ideas monárquicas, la mayoría del Partido Democrático se inclina por posiciones republicanas. Hombres como Pi i Margall, Estanislao Figueras, Nicolás Salmerón o Emilio Castelar, que serán figuras destacadas de la Primera República, fundan el Partido Republicano Democrático Federal. Esa evolución republicana también acompaña a Alberto Ruiz Royo, convirtiéndose en el presidente provincial en Logroño de este nuevo partido.

Gobierno Provisional, Jean Laurent (1868)
Aquel afortunado de la lotería en 1851 fue comerciante, revolucionario que se bregó en la lucha de la Peña del Cura, Alcalde de Logroño en 1873, Diputado en Cortes por el distrito de Torrecilla en Cameros también en 1873 o Presidente de la Diputación Provincial durante la I República. Citando de nuevo al profesor Francisco Bermejo:

“Muere el 2 de octubre de 1897 triste y solo en Logroño después de una prolongada e intensa vida dedicada por completo a la República. Es, sin duda, una de las principales figuras del republicanismo riojano de todos los tiempos. La memoria y la historia ha sido muy pobre con su figura. La política fue su vida, para bien y para mal.”

La transcendencia de los hechos acaecidos en Torrecilla en Cameros el 26 de septiembre de 1868 dentro del proceso revolucionario nacional fue escasa, pero estos sucesos no hubiesen tenido lugar sin aquel premio de lotería de Navidad de1851.

Si esta primera historia toca a Torrecilla lateralmente por los hechos que acabamos de narrar, en la segunda, esta sí va relacionada con lo que todos esperamos de la lotería, un buen premio caído en Torrecilla.

02.727  Un premio de lotería para Torrecilla

Acabamos de narrar en la anterior historia, la partida levantada por Alberto Ruiz entre el 22 y 26 de septiembre tuvo a Torrecilla en Cameros por centro de actividades donde permanecieron avituallándose de equipación y alimentos. La estancia de estos sublevados provocó, como la de cualquier ejército regular que vivían siempre a expensas de las localidades donde recalaban, un perjuicio para las cuentas de negocios particulares y arcas municipales.

Según los documentos se habla de 200, 300 e incluso de 800 individuos, cifra del todo exagerada que se indica en la misiva que se remite a Sagasta todavía en 1871 para que se abonen los gastos ocasionados por estos hombres. De cualquier modo el perjuicio debió ser importante entorno a los 25.000 reales y como muestra los 10.000 reales solicitados el día 25 por el autonombrado jefe de la partida Alberto Ruiz y que los 41 principales contribuyentes adelantan de buen o mal grado. En el listado figuran varios individuos de ideas políticas totalmente contrarias siendo paradójico el caso de José María Sáenz de Tejada Manso, cabeza del Partido Carlista en Torrecilla y su comarca. Ha de contribuir como uno más pese a ser totalmente contrario a las ideas liberales con un activismo más allá de la confrontación política como lo demuestra el hecho de haber levantado una partida guerrillera que se hecho al monte al año siguiente buscando revertir la situación emanada de la revolución liberal de 1868.

Enterrados y honrados los fallecidos de la Gloriosa Riojana y con nuevas instituciones políticas en todos los ámbitos, poco a poco Torrecilla iba recobrando la normalidad tras aquel final de septiembre tan ajetreado. Contaba a 1 de diciembre con 492 vecinos y el ayuntamiento lo componía un alcalde y 6 concejales recientemente nombrados. A expensas de intentar recuperar el dinero adelantado a la causa que ahora gobernaba en Madrid, la villa trataba de recobrar el pulso normal de la vida. Entre estas rutinas estaban los sorteos de lotería, especialmente el de las fechas navideñas que con el transcurrir de los años desde 1812 ya había adquirido cierta notoriedad ligada a las fechas y los premios más cuantiosos.

Vigésimo de un billete de Lotería Nacional (1868)
Aquel 1868, el sortero estaba previsto se celebrase el 23 de diciembre en Madrid. Constaba de 25.000 billetes o números de 200 escudos, divididos en vigésimos (veinteava partes) de 10 escudos cada uno. Estaba previsto distribuir 3.500.000 escudos en 37 premios mayores entre 600.000 y 10.000 reales de un total de 4.000 premios.

La Gazeta de Madrid publicaba el resultado en su edición del día siguiente. El primer premio dotado con 600.000 escudos se había vendido en Sevilla. El segundo de 200.000 escudos, vendido en Barcelona y el tercero de 100.000 en Badajoz. Los dos premios de 50.000 recalaron en Valladolid y Barcelona. Había diez premios de 20.000 escudos repartidos en Madrid, Barcelona, Oviedo, Santander y Málaga. Por último quedaban los 22 sextos premios de 10.000 escudos, correspondió uno de ellos al número 2.727 vendido en Torrecilla en Cameros. Desconocemos si los veinte vigésimos se vendieron íntegramente en Torrecilla aunque cabría pensar que algún boleto se llevase a alguna de las localidades vecinas.

Nótese como los premios son todavía en escudos pese a que el 19 de octubre, una de las primeras medidas del nuevo Gobierno Provisional fue la implantación de la peseta como unidad monetaria nacional sustituyendo al escudo isabelino. Teniendo en cuenta que un escudo de 1868 vendría a equivaler a 10 reales, el premio de Torrecilla en aquel sorteo, suponiendo que el billete premiado se hubiese vendido íntegramente en el pueblo, sería de unos 100.000 reales.

En un sorteo ordinario de Lotería Nacional de la época, se ponían en circulación 20.000 billetes o números con un valor de 20 escudos (200 reales) dividido en 20 vigésimos de 1 escudo (10 reales) cada uno tal como muestra el billete correspondiente a un sorteo ordinario de 8 de septiembre de aquel año que acompaña a este texto. Sin embargo, el sorteo de Navidad que ya debía tener cierto predicamento entre el pueblo, tenía una tirada de 25.000 billetes de 200 escudos, siendo por tanto cada vigésimo o papeleta de 10 escudos. Haciendo unas sencillas cuentas, cada uno de los torrecillanos que aquella víspera de Navidad de 1868 hubiera adquirido un vigésimo de 10 escudos haría ganar a su propietario la importante cantidad de 5.000 reales.

Y ahora es donde entramos en el terreno de la especulación. ¿Fue fruto del mero azar aquel oportuno premio tres meses después de los sucesos de la denominada batalla de la Peña del Cura? Ya sabemos cómo se manejaban los hilos desde el poder para dar y recibir favores en aquellos tiempos. ¿Pudo ser este premio la compensación de aquellos más de 25.000 reales que el Ayuntamiento de Torrecilla en su propio nombre y en el de sus habitantes reclamaba al nuevo Gobierno Provisional en pago de los gastos ocasionados por la partida de sublevados que en su favor se habían alojado, avituallado, luchado, fueron heridos y muertos entre el 22 y 26 de septiembre de aquel año? De cualquier forma, en la documentación municipal no hay referencia alguna a este premio y durante años se siguieron reclamando estas cantidades en diversas instancias de Logroño y Madrid.

Confiemos en el azar de los números y en la fortuna de un puñado de torrecillanos aquellas navidades de 1868 ya que difícilmente podremos comprobar lo contrario.

53.453  La torrecillana que repartió "el Gordo".

Si las dos primeras historias que hemos narrado casi se suceden en el tiempo en aquel otoño-invierno de 1868, vamos a dar un gran salto hasta situarnos en las navidades de 1929 y en el número 20 de la calle Alfonso I de Zaragoza donde se ubicaba la Administración de Lotería nº2 de esa ciudad.

Esteban Osete Vázquez era un médico natural de Molina de Aragón siendo su padre Florencio natural de Soria y su madre Josefa también de Molina de Aragón. Su vida profesional como la de todos estos médicos-cirujanos era generalmente un peregrinaje por pueblos en busca de mejores condiciones económicas dada la tónica habitual de los escasos fondos municipales que eran los que en mayor medida retribuían sus servicios a falta de vecinos pudientes que pudiesen pagar personalmente sus servicios.

Su vida laboral giró entrono al triángulo Soria-Guadalajara-Zaragoza. En 1882 consta como médico en la localidad soriana de Villar del Río. Al poco tiempo se traslada a Torrecilla donde casa con Ruperta Fraile Lacalle de cuyo matrimonio nacen al menos dos hijos, Justo Florencio y Elena. Años después pasaría a Sigüenza (Guadalajara) cerca de su localidad natal. A comienzos de 1897 está de médico en Soria en la calle del Collado, número 44. En 1903 gana una plaza de médico en la diputación de Zaragoza siendo destinado a Alpartir. En 1908 lo tenemos en Alconchel y en 1914 está ejerciendo en Monreal de Ariza. Pese a esta vida viajera, la familia Osete-Fraile no debió perder el contacto con la localidad y entorno de la madre y donde habían nacido al menos dos de sus hijos entre ellos Elena.

En agosto de 1914 contraen matrimonio Elena Osete Vázquez con Felipe Murga Martínez, maestro, natural de Anguiano por entonces profesor de primera enseñanza en Burgos.

La que será corta vida de este matrimonio la podemos recorrer con las pinceladas que nos da la prensa de la época. Desconozco desde cuando se conocían la pareja, pero en 1909 Felipe Murga pide traslado como maestro a Monreal de Ariza donde ejercía de médico su suegro y residía Elena. En 1913 es trasladado a Burgos donde contraen matrimonio al año siguiente. En 1917 la pareja recala en Madrid donde es destinado Felipe. En 1921 ha vuelto como maestro a su Anguiano natal donde fallece a mediados de 1922. En esos apenas cinco años de matrimonio tuvieron un hijo y una hija. El 28 de agosto de 1924 afirma el periódico La Rioja, que Elena Osete, ya viuda de Felipe Murga, había salido con destino Madrid para visitar a su hermana enferma.

No sé si por ser una joven viuda de un maestro con una niña de corta edad, a mediados de 1926 es nombrada para la Administración de Loterías nº9 de Sevilla. Una noticia de La Rioja nos confirma que para mayo de 1927 ya regenta la Administración de Lotería nº 2 de Zaragoza más cercana a Monreal de Ariza donde residen sus padres.

Aunque en Torrecilla, su localidad natal ya no queda nadie de la familia, la relación con su tierra se mantenía pasando los veranos en Anguiano en compañía de los dos hijos menores y su familia política. Será en Logroño donde su hija María Carmen Enriqueta  estudie bachillerato con buenas notas como nos narra una noticia de La Rioja del de 5 de junio de 1927.

Esta relación con La Rioja hace que publique anuncios en el mismo periódico para quien esté interesado en Lotería ella se la haría llegar.

La Rioja, de 6 de mayo de 1927

Como cualquier otra administración de lotería, a buen seguro fue repartiendo pequeños premios de los múltiples sorteos que se celebraban. Desde junio había repartido nueve premios, pero sin duda la fama y el motivo de su presencia aquí le llegarían con el sorteo de Navidad que el 21 de diciembre de 1929 se celebra en Madrid.

La fortuna quiere que el número agraciado con los 15.000.000 de pesetas del primer premio sea el 53.453 que había sido vendido íntegramente en la Administración de Lotería que regentaba la torrecillana Elena Osete Fraile.

Vigésimo de un billete de Lotería Nacional (1929)
Como hoy en día, son muchas las referencias y reportajes que la prensa escrita dedica al sorteo de lotería que era ya todo un acontecimiento anual prenavideño. Muchos de los periódicos sacan ediciones vespertinas exclusivamente para incluir la noticia del sorteo efectuado esa misma mañana.

La Voz de Aragón publica al día siguiente un extenso reportaje sobre “el Gordo” que ha caído en la ciudad. Desde 1893 no había sido agraciada Zaragoza con el primer premio del sorteo de Navidad y esa mañana fría y lluviosa de diciembre la fortuna pasó por las manos de Elena Osete. Según declara al corresponsal desde la cama en la que llevaba postrada varios días por un fuerte catarro, “…ya presentía lo que iba a pasar, que tenía la evidencia de que el gordo había pasado por mis manos”.

La Voz de Aragón, de 22 de diciembre de 1929
Según van narrando las crónicas el premio está muy repartido en Zaragoza y pueblos de los alrededores principalmente en los de la ribera del río Jalón en donde los había repartido en participaciones un recadero muy conocido que hacía el trayecto en la línea de tren. El periódico cuenta las típicas anécdotas de estas situaciones, el que no lo compra por no gustarle el número, el padre que regala a los hijos, el jefe que reparte entre empleados, el que se va a casar en breve y le ha tocado la fortuna por partida doble, un sinfín de historias que recorren la geografía zaragozana.

Además del gordo, había repartido íntegramente las aproximaciones anteriores y posteriores pues según declara había vendido íntegramente 88 números del sorteo.

No será este el último premio que pase por las manos de Elena Osete, en años posteriores hay noticias de varios premios sin que ninguno llegue a alcanzar la trascendencia y popularidad que le dio este de la Navidad de 1929.


21.186  ¿Habrá un nuevo premio?

A buen seguro que en algún momento de estos más de 250 años de sorteos en España algún que otro torrecillano habrá sido agraciado a título particular con alguno de los diversos sorteos que hoy en día y a lo largo de la historia se han celebrado.

Terminamos este artículo recordando una noticia aparecida en el diario La Rioja en vísperas del sorteo extraordinario de navidad de 2019. Entrevistado el alcalde torrecillano Sergio Martínez Astola, transcribimos el artículo advirtiendo del error del periodista al identificar el establecimiento de venta al comienzo que luego subsana.

"En Torrecilla en Cameros se juega al 21186. El bar Cameros vende ese número desde hace 40 años, y aunque el negocio hostelero ha cambiado de dueños durante ese periodo de tiempo, se sigue vendiendo el mismo. Y no solo para la lotería de Navidad sino durante todo el año. «Llevan vendiendo este número desde el verano, por lo que no solo lo habrá adquirido la gran mayoría de vecinos de Torrecilla en Cameros sino también mucha gente que nos visita en vacaciones y que procede de todas partes de España», explica el alcalde del municipio del Camero Nuevo, Sergio Martínez Astola. Actualmente el número de Torrecilla también se vende en el restaurante La Terraza, que regentan los mismos dueños. Eso sí, a pesar de que «de manera ininterrumpida se ha vendido siempre el mismo número y en el mismo sitio», subraya el alcalde, tocar, nunca ha tocado el premio gordo."



…¿tocará este año? ¡Mucha suerte y Feliz Navidad!



Para saber más:

Gazeta de Madrid, de 14 de agosto de 1813

Archivo Municipal de Torrecilla en Cameros, Sig. 50/11

www.beremar.com

El Faro Nacional, de 6 de febrero de 1852

La Voz de Aragón, de 22 de diciembre de 1929

La Rioja, de 21 de diciembre de 2019 

jueves, 15 de diciembre de 2022

Cuatro historias de lotería en Torrecilla en Cameros (I)

¡Nos gusta jugar!

Nos gusta jugar. Desde que vivimos en sociedad al ser humano le ha gustado jugar. Por diversión, en espera de una gratificación o por simple sensación de superioridad con el rival vencido, nos justa jugar. No sabemos que hacían nuestros antepasados al abrigo de las cuevas en su escaso tiempo libre más allá de la caza y recolección diaria. Seguro que competirían a ver quién arrojaba más lejos su lanza o quién levantaba aquella pesada piedra que se cruzaba en su camino.

Desde que comenzó la Historia de la mano de la escritura, sumerios, egipcios, griegos y otros muchos pueblos dejaron constancia de diversos tipos de juegos en sus textos y restos arqueológicos, pero sin lugar a dudas los verdaderos amantes del juego fueron los romanos. Apostadores empedernidos ya sea con los dados o en las carreras del circo, a ellos les debemos la palabra ludus, que además de escuela o aprendizaje era sinónimo de entretenimiento, juego o diversión. De ella proceden términos como lúdico, ludoteca o ludópata, término actual este último que se les podría aplicar perfectamente a la civilización romana. Como decían los Monty Python, -aparte del alcantarillado, el acueducto, las carreteras, la irrigación, los baños o el vino, ¿Qué nos han dado los romanos?-, pues eso, la pasión por el juego y la apuesta y como dice el título del libro de Paco Álvarez, “Somos Romanos”.

Dados de época romana
Esa pasión por la apuesta y el juego heredada de aquellos hispano-romanos permaneció en la cultura popular a lo largo de los siglos, transformándose en apuestas sobre cualquier materia y principalmente en toda una pléyade de juegos de naipes o cartas.

Sin entrar en datos, estadísticas o en los problemas socio-económicos de los modernos juegos de azar, España es un país en el que se apuesta y juega mucho. Entre aquel que participa en el ritual de la Lotería de Navidad más por compromiso que por convicción, hasta aquel otro que cuenta la leyenda urbana perdió el caserío apostando en el frontón del pueblo, hay todo un mundo de posibilidades al que cada uno de nosotros hemos sido tentados más de una vez.

Orígenes de la lotería en España

En la España de mediados del XVIII se jugaba y apostaba siendo los naipes el juego estrella. La variedad de juegos era inimaginable y se desarrollaba principalmente en tabernas y lugares de ocio de mala reputación bajo la recompensa de un premio económico para el ganador de la apuesta correspondiente.

Este tipo de juego de naipes y el ambiente que le rodeaba nunca había sido bien visto por las autoridades eclesiásticas. Del mismo modo la monarquía la toleraba a sabiendas que servía de vía de escape popular y amortiguador de posibles reclamaciones sociales.

En 1759 llegaba Carlos III como rey de España tras el fallecimiento de su hermanastro Fernando VI. El nuevo rey y su séquito de ministros italianos traían el exitoso programa de gobierno que llevaba desarrollando como rey en Nápoles y Sicilia desde hacía un cuarto de siglo. Una de esas medidas que pretendía implantar era el control de los juegos de azar, prohibiendo…

“…que las personas estantes en estos reinos, de cualquier calidad y condición que sean, jueguen, tengan o permitan en sus casas los juegos de banca o faraón, baceta, carteta, banca fallida, sacanete, parar, treinta y cuarenta, cacho, flor, quince, treinta y una envidada, ni otros cualesquiera de naipes que sean de suerte y azar".

Pero no pensemos en un objetivo bondadoso de sacar a la gente ociosa del vicio de los juegos de naipes y llevarlos por el buen camino, más bien el objetivo era dar exclusividad a la lotto, el nuevo juego de azar que el monarca traía de sus reinos en Italia donde se venía practicando desde mediados del siglo XVII.

Por Decreto de 30 de Septiembre de 1763 se establecía que:

“se ha servido S. M. resolver que a imitación de la Corte de Roma y otras, se establezca en esta Villa, a beneficio de los Hospitales, Hospicios y otras Obras Pías, una Lotería o Beneficiata, cuya primera extracción o sorteo se ejecutará el día 10 de diciembre próximo bajo las seguridades, método y reglas explicadas en el libro que se ha impreso y hallará en la Casa-Dirección sita por ahora en la calle de Santa María, cerca de los Capuchinos de la Paciencia, y en los puestos que esta ha señalado, y según se manifiesta en las listas, que queda dispuesto se distribuyan gratis al público.”

Obviamente no consiguió su primer objetivo de erradicar la competencia de los naipes, si bien el segundo lo logró ampliamente como lo demuestra su evolución hasta nuestros días.

Esta lotería proporcionaba una fuente de ingresos voluntarios que se disfrazaba de cierto espíritu de beneficencia en la inversión de lo recaudado en hospitales y hospicios a diferencia de los impopulares impuestos obligatorios de recaudación directa. Muestra de su fin recaudatorio es el control total estatal que desde 1774 impedía jugar a cualquier tipo de lotería extranjera.

El funcionamiento de esta primera Real Lotería se asemeja mucho a la que hoy conocemos como Lotería Primitiva y es que de ella deriva hoy su nombre tras la creación en 1812 de la denominada Lotería Moderna o Nacional. Se debía elegir entre 90 números de los que se sacaban 5. La novedad del juego y su complejidad de apuestas hizo redactar un manual con las instrucciones del juego tal y como indica el decreto de la creación de 30 de septiembre.

Libro editado con las instrucciones de la Real Loteria (1763)

Pero, ¿qué sucedió en 1812 para que esa Real Lotería pasase a denominarse como Primitiva en contraposición de la que vendría a denominarse como Lotería Moderna, más tarde Nacional?

La Lotería Moderna nace en 1812 en las Cortes de Cádiz. En el contexto de un país invadido en su totalidad salvo la ciudad de Cádiz, se aprueban las bases de una nueva lotería en base a la emisión de billetes o números divididos en quartos que permitían recaudar fondos urgentes para la defensa de la ciudad. El primer sorteo se celebró el 4 de marzo, quince días antes de ser proclamada la primera Constitución.

El 6 de diciembre las Cortes autorizan al gobierno regente a hacer extensivo “a donde crea más útil y ventajoso al erario el establecimiento de la lotería nacional”. El 18 de diciembre se celebró también en Cádiz el duodécimo sorteo, el que podemos considerar el primero oficiosamente “de Navidad”.

Conforme la guerra iba avanzando y ganando terreno al invasor, se siguieron celebrando los sorteos y se extendió la participación a distintas regiones de Andalucía.

Quarto de Billete del primer "sorteo de Navidad" (1812)

El 14 de agosto de 1813 publicaba la Gazeta de Madrid el texto con el que arrancaba a escala nacional la lotería que había nacido el año anterior en Cádiz, con el mismo espíritu que todas las loterías, recaudar fondos para el Estado, un Estado que en ese momento estaba inmerso en una cruenta guerra.

“Las Cortes generales y extraordinarias de la nación enteradas del proyecto que les fue presentado de una lotería nominada nacional… …se sirvieron autorizar a la Regencia del reino para que lo llevase a efecto del modo más útil y conveniente. En consecuencia S. A. considerando que este puede ser un medio de aumentar los ingresos del erario público sin quebranto de los contribuyentes, y atendiendo a que los fondos que se versen en este juego sean manejados con fidelidad, sin agravio ni perjuicio del público interesado se sirvió aprobar el plan con las reglas oportunas, y nombró dos jueces conservadores del establecimiento, contador y demás dependientes necesarios para el buen servicio de, habiéndose establecido dicha lotería y celebrado el primer sorteo en Cádiz el día 4 de marzo del año pasado de 1812.

Para que el pueblo de Madrid se imponga del sistema de esta lotería, y pueda interesarse en ella, he dispuesto se publique la siguiente instrucción que se formó para este efecto…”

El decreto fundacional nos permite comprobar cuan cerca estaba este sorteo de los que se realizan actualmente. No hay un único premio, sino que se establecían 837 premios y seis aproximaciones que “…se aumentarán progresivamente según el interés que el público tome en este sorteo”. Cada número o billete debía ser impreso y se dividiría a conveniencia en fracciones en “enteros, medios y quartos” para facilitar su venta “…por cuyo medio puede lograr premio sin exponer crecida cantidad”. Cada billete “…explicará no solo el día, mes, año y número del sorteo a que pertenece, si es entero, medio o quarto, sino es también su valor.”

El primer sorteo había de celebrarse el 3 de septiembre con 25.000 números de 2 pesos fuertes o duros (40 reales). En total lo recaudado ascendía a 50.000 pesos de los cuales la Hacienda Pública se había de quedar con un 25%.

Aunque todavía no se había introducido el reintegro del primer premio, que llegaría más tarde, los 37.500 pesos en premios se repartían de la siguiente manera:

Es curioso comprobar como todo el protocolo y ritual con el que contemplamos el sorteo actual tiene sus orígenes en este momento de la historia. Nos dice este Decreto que:

“El día anterior a la celebración del sorteo, a presencia de uno de los señores jueces conservadores, de un señor regidor del ayuntamiento (Madrid), del contador, oficiales y secretario, se contará una baraja de células, que para el intento se tendrá impresa desde el número 1 al 25.000, igual a la numeración de billetes sobre el fondo con que se celebra el sorteo, las que enrolladas y pegadas las orillas de fuera a presencia de dichos señores, se introducirán en un globo o cilindro de bastante capacidad para que con amplitud puedan barajarse, quedando ciertos de que positivamente existen incluidas todas las cédulas de los números de los billetes del sorteo.

En otro pequeño globo o cilindro se introducirán por el secretario las cédulas de premios, cotejadas con el aviso del público, y ambas máquinas quedarán cerradas, poniendo las llaves en una arquita pequeña de tres cerraduras, y dando las de esta una al señor juez conservador, otra al señor regidor, quedándose con la tercera el secretario para prevenir toda sospecha de parte del público, con lo que todos vivirás satisfechos de la legalidad y pureza con que se han de ejecutar los sorteos, y no tendrán duda de que cuantos billetes comprehenden los números de que se compone el fondo de cada sorteo, entran al juego a buscar la suerte entre los premios que a proporción del fondo se señalan en la fórmula del aviso.”

El sorteo había de comenzar a las 9 de la mañana del día señalado en el billete ante la presencia de las autoridades señaladas para “…tomar razón respectivamente de los números y premios que vaya dando la suerte. El celo e integridad del tribunal no darán ocasión a que nadie pueda dudar de la escrupulosidad y pureza con que se celebra el sorteo.”

En cuanto al desarrollo del acto propio del sorteo mucho nos recuerda a nuestros tiempos:

“Sobre la mesa del tribunal estará la arquita en que se custodian las llaves de los dos cilindros, estando a la derecha la máquina grande de números, y a la izquierda la pequeña de premios, a las que a presencia del público se darán varias vueltas para que las cédulas se mezclen y barajen bien, lo que se repetirá a cada diez números abriéndose la puerta de la máquina por el secretario, se dará principio al sorteo, desenrollándose los números y premios que van saliendo de la máquina, se manifestarán al público y a los oficiales que han de tomar razón, y hacer los correspondientes asientos; se publicará el número del billete y valor del premio por dos jóvenes en alta voz por tres veces, procediendo con toda la solemnidad y cuidado que la confianza del público espectador exige, con tal notoriedad, que excluya hasta la más leve sospecha; y las cédulas después se colocarán en tableros poniendo el número a la derecha y el premio enfrente, para que todos puedan enterarse de los números premiados y el orden con que han salido, permaneciendo así hasta el sorteo siguiente.”

El enano afortunado o El fanático de la Lotería
Personaje ficticio de finales del siglo XVIII creado para promocionar la Real Lotería de Carlos III y que algunos consideran el origen de la popular expresión "tocar el Gordo"

Poco a poco esta nueva Lotería Nacional ganó el favor popular frente a la anterior Real Lotería que ya empezaba a ser denominaba como Lotería Primitiva. Sin embargo durante la vuelta del absolutismo de Fernando VII (1823-1833) y en ciertos periodos de gobiernos conservadores durante el reinado de su hija Isabel II, se le denominaría como Lotería Moderna, en contraposición a la Primitiva evitando el término Nacional identificado políticamente con las ideas liberales y progresistas.

En estos primeros sorteos la venta se circunscribía en exclusiva a Madrid aunque existía la posibilidad para foráneos de reservar billetes o acudir a la reventa. Ante la buena respuesta del público no tardará la Hacienda Real en tener que ampliar el número de participaciones creando décimos y vigésimos de número y extender su venta a otros puntos del territorio nacional.

¿...y en Torrecilla?

Como monopolio estatal que era correspondía a éste la distribución y autorización de venta en las denominadas Administraciones de Loterías. Ya el Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal de Sebastián Miaño editado en 1828 se dice que en Torrecilla hay “…administración subalterna de correos y loterías”. Lo mismo se repite años más tarde en el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1849 de Pascual Modoz en el que Torrecilla contaba con “…administración subalterna de rentas, correos y loterías”. Es además el único municipio de Cameros con tal facultad, cosa que en 1849 cabría esperar por su condición de cabeza de Partido Judicial, pero que en 1828 sorprende y denota la rapidez con que la fiebre de la lotería había llegado a cada rincón de España.

Podemos ver el ejemplo de la toma de posesión por Francisco Laguna como Administrador de Loterías en Torrecilla en 1858. Dicho individuo se presenta el 15 de noviembre ante el Ayuntamiento exhibiendo el Título expedido por el Gobernador de la Provincia dando oficialidad al nombramiento que el 18 de mayo la Dirección General de Loterías le había conferido para ejercer en la administración nº 2.467 de Torrecilla.

Reunido el Ayuntamiento se procede a redactar un Acta de toma de posesión de la Administración de Lotería en la que se dice que:

 “…se personó en el local oficina de la renta, y estando presente el referido Dn Francisco Laguna de esta vecindad, le dio la posesión real y corporal del mencionado destino y en prueba de ello se hizo entrega del título que acredita su nombramiento y los demás documentos que corresponden a esta administración para su desempeño, cuya posesión tomo quieta y pacíficamente, de cuyo acto mandó el Sr. Alcalde formar esta diligencia…”

Con todos estos nombramientos, títulos y tomas de posesión, no nos equivocaríamos mucho si asimilásemos a estas personas a lo que hoy entendemos por un funcionario público. Aunque quizás hoy en día hemos perdido esa perspectiva cuando acudimos a una administración de lotería a comprar un décimo y lo vemos como un establecimiento comercial más, no debemos olvidar que el lotero no sólo vende una participación en un sorteo, está recaudando un dinero para el Ministerio de Hacienda. Hoy en día esa función es perfectamente controlable por el Estado a distancia y se puede externalizar en concesiones de Administraciones, pero pensemos hace dos siglos cuando los billetes impresos en Madrid habían de viajar por caminos de herradura durante días o semanas para llegar a cualquier punto de España. Luego el dinero de su venta había de ser nuevamente remitido a la Hacienda Real por los mismos cauces. Así que el encargado de todo este proceso, el responsable de la Administración de Lotería, debía ser una persona con las capacidades y condiciones adecuadas, ser una extensión de la Administración del Estado en ese punto de venta, de ahí la denominación de estos puntos de venta como Administraciones de Lotería.

A buen seguro en varios momentos durante estos casi 260 años de sorteos algún habitante de Torrecilla habrá experimentado a título personal la alegría por ser el afortunado en uno de los múltiples tipos de lotería que surgieron desde aquel lejano 1763. Próximamente traemos aquí una segunda entrega con cuatro pequeñas historias que relacionan a Torrecilla en Cameros con la lotería, casualidades o no, las cuatro lo son con el sorteo extraordinario de Navidad.

Segunda parte...

martes, 2 de agosto de 2022

Postales

Durante años las tarjetas postales han servido como medio de comunicación entre personas.En comparación con la carta en la que su extensión depende de la voluntad del remitente, el caso de las postales son formatos en los que la información que nos permite adjuntar es escasa y limitada a la superficie disponible, pero la tarjeta postal aporta una información que la carta no puede.

Matasellos de la oficina postal de Torrecilla en Cameros (1868)

Las postales siempre han tenido en una de sus caras una imagen que pretenden mostrar algo al destinatario. Una imagen elegida por el remitente en función de su temática y un objetivo, mostrar un lugar, unas traducciones, un lugar de vacaciones, un personaje, flora o fauna. En una época en la que la fotografía estaba al alcance de pocos, una tarjeta postal aportaba esa imagen que el remitente quería transmitir a su destinatario, en muchos casos un familiar lejano al que una imagen de su pueblo de origen le pudiese agradar y servir de recuerdo en momentos puntuales al cumplir años o épocas navideñas. Dada las dificultades de comunicación de la época muchas de ellas se guardaban como recuerdo y un pequeño tesoro.

Matasellos de la oficina postal de Torrecilla en Cameros (2020)

Hoy en día la inmediatez de las redes sociales ha sustituido a estas postales hasta hacerlas desaparecer casi por completo. Tan sólo a modo regalo o coleccionable se pueden comprar generalmente en "tiendas de recuerdos" para turistas.

Esta es una pequeña recopilación de postales de temática sobre Torrecilla en Cameros:

1- Imagen de la Virgen de Tómalos (Foto Paya, 1976)



2- Composición Virgen de Tómalos - Vista general (¿?)

3- Fuente de la plaza (¿?)

4- Vista general (Postales Escudo de Oro, Ed. Fisa, 1976)

5- Vista general (Postales Escudo de Oro, Ed. Fisa, 1976)

6- Vista general (¿?)

7- Vista general (1932)



miércoles, 13 de julio de 2022

Cómo elaborar un estudio familiar (I)


OBJETIVOS

De unos años a esta parte se ha puesto de moda los temas relacionados con la heráldica y la genealogía. Son muchas las personas que bucean en registros civiles y parroquiales en busca de nombres de personas, fechas, localidades de origen, apellidos que se perdieron en una sociedad masculina que primaba el rol del hombre sobre el de la mujer. En busca de los antiguos apellidos compuestos también desaparecidos o parcialmente cercenados por la desidia u olvido familiar, del párroco o del registro civil de turno que los simplificaban en un común Ruiz o Martínez perdiendo la especificidad del apellido compuesto que fue típico en muchas de estas zonas cameranas.

 

Segunda parte del Nobiliario Genealógico de los Reyes de España y Títulos de España (1622): árbol de los González de Andía (pág. 257)

De igual modo los archivos se encuentran también llenos de gentes con la esperanza de encontrar un antepasado noble del que poder emparentar y presumir. Pero la realidad es que  los ciudadanos normales tenemos muchas más posibilidades de encontrarnos con un “hijos de padres desconocidos” que con nombres de nobles de alta cuna con los que emparentan. Quizás con un poco de suerte demos con un antepasado que se declaraba a si mismo noble y nos llevemos la alegría de la semana. Si sólo nos quedamos en eso, nunca entenderemos que en la mayoría de los casos esa nobleza se basaba en un antepasado vizcaíno o quizás en la pertenencia a alguno de los Solares (Tejada, Valdeosera o Pinillos) típicos de estas tierras a los que pertenecían muchos de sus convecinos.  Esta nobleza casi nunca implicaba nada, más allá de presumir de ella en su entorno inmediato sin prácticamente ningún tipo de privilegio económico, material o social. Como se suele decir todos somos “hijos de Dios”, pero difícilmente de Julio Cesar o Carlomagno por citar dos personajes importantes, ni tan siquiera del gran conquistador Gengis Khan muy dado a las batallas y a engendrar hijos, del que algún investigador con mucho tiempo libre hace descender a uno de cada doscientos humanos del planeta.

Así que, sin perder de vista este aspecto tradicional y fundamental de la búsqueda de nuestros antepasados basada en buscar nombres, apellidos, lugares y fechas, lo aconsejable es buscar una visión mucho más global del tema. Construir un árbol genealógico es una oportunidad para intentar buscar y revelar otros datos a parte de un frío nombre y apellidos, y así cualquier dato adicional que surja en la investigación nos servirá para comprender en que sociedad les tocó vivir a estos individuos, como fueron sus relaciones personales, cómo vivían o quizás cómo sobrevivían, su nivel económico y cultural o su religiosidad.

Cuando comenzamos a armar nuestro árbol genealógico tenemos certeza de algunos antepasados como padres, abuelos o bisabuelos, de los que conocemos ciertos datos onomásticos por contacto directo o tradición oral familiar. Sabemos algunas fechas clave de sus vidas, sus profesiones, sus relaciones de parentesco, e incluso sus posibles aventuras y desventuras. Toda esa tradición oral que pasa de generación en generación con mayor o menor fortuna va perdiendo nitidez en el relato en función de los interlocutores y su interés por recordar. En el momento que nos sumergimos en la búsqueda de más ancestros fuera de los conocidos por la tradición oral y comenzamos a trepar en este nuestro árbol genealógico nos vamos remontando en el tiempo, vamos encontrando infinidad de nombres que aparentemente son sólo nombres a los que  generalmente acompañan unas fechas y un lugar de origen, casamiento, estancia, vivencia o fallecimiento. Cuando nos salimos de los cauces tradicionales de búsqueda genealógica basada en registros civiles y eclesiásticos y encontramos en libros, enciclopedias, escrituras notariales, catastros, alistamientos militares o pleitos judiciales, cualquier tipo de información sobre alguno de los componentes de nuestro árbol, creo que a todos se nos ilumina la cara, la mente sin quererlo echa a volar imaginando cómo serían sus caras, qué pensamientos les acompañarían a diario, cuáles serían sus experiencias vitales o qué carácter tendrían.

En mi experiencia personal he encontrado información en diversos lugares que visten esos fríos nombres y apellidos. Información alejada de los objetivos tradicionales de tratar de localizar a un antepasado que fue Caballero de la Orden de..., o que si fue Señor de..., o perteneció al Solar de...., cosas mucho más cercanas y mundanas: donde vivían, como se ganaban la vida, que compraban o vendía, testamentos o dotes matrimoniales. Pero siempre hay una vocecilla que te dice: “No sigas, que vas a encontrar que a algún antepasado le colgaron en la plaza del pueblo por ladrón, o algo peor”, ya que pocos serán los que si profundizan en sus raíces no encuentren asuntos turbios de alguno de sus antepasados. Primero de todos hemos de ponernos las gafas de la época para entender el momento que les tocó vivir, con una sociedad con necesidades y valores distintos de los de hoy en día. Por ahora no he encontrado a ese ajusticiado por ladrón en la picota del pueblo, pero en algunos casos las noticias de la época nos revelan asuntos turbios. Deudas impagadas, robos de cerdos para subsistencia, motines carcelarios, reyertas que acaban en acuchillados, algún que otro torrecillano tirado desde lo alto del puente sobre el río Iregua o el gravísimo delito de falsificación de moneda, son una muestra de lo que nos podemos encontrar en el camino de investigación. Pero igual que aparecen datos que no nos gustaría conocer, también los hay buenos en forma de donativos generosos pese a sus circunstancias personales, asistencia a familiares ancianos moribundos o ayudas desinteresadas en catástrofes locales.

 

Registro Civil de Torrecilla en Cameros (AMT): Libro de Matrimonios (1905-1924)

Junto con la visión tradicional de la genealogía como búsqueda exclusiva de nombres de antepasados está íntimamente ligada la visión tradicional de la cuestión heráldica. Hay que reafirmarse en todo lo dicho con anterioridad de que un verdadero estudio familiar no pretende buscar antepasados con fama, gloria o riquezas, sino entender sus vidas, recuperar y preservar la memoria de ellos. La cuestión de los escudos o heráldica, es toda una ciencia que no se debe tomar a la ligera. Se ha puesto de moda colgar el escudo del apellido familiar en las paredes de nuestras minúsculas casas urbanitas cual noble de la Edad Media sobre la chimenea de su castillo. Los hay incluso más atrevidos que acompañan al supuesto escudo de su apellido con fabulosas historias escritas en pseudo-pergaminos de nobles y reyes junto a los que lucharon esos supuestos antepasados en gloriosas batallas, linajes fundados en tal y cual lugar por el noble de turno del que descienden todos los apellidados de ese modo en dicho lugar. En definitiva se trata de toda una industria florecida alrededor de la heráldica y que tiene su exponente máximo en supuestas páginas web especializadas y en todo tipo de ferias y mercados medievales.

Las más de las veces estas narraciones carecen de toda base documental desconociendo a ciencia cierta cuáles son sus orígenes y se transcriben una y otra vez de manual en manual de heráldica sin aportar los datos de partida de donde proceden. Pero este no es un problema contemporáneo, fue en los primeros tratados de genealogía de comienzos del siglo XVII cuando se comenzaron a hilar estas historias fantasiosas tratando de dar un pasado glorioso a los nuevos personajes que accedían a ciertos cargos, Órdenes Militares o privilegios reales, muchas veces pago mediante, y que necesitaban adornar su nueva situación con un halo de nobleza antigua. Gracias a estos primitivos tratados heráldicos se fue popularizando el que todas las personas apellidadas igual descendían del mismo linaje y tenían el mismo escudo heráldico. Por ponerlo en contexto camerano, difícilmente los apellidados Ramírez de Arellano en Torrecilla y alrededores son descendientes del Juan Ramírez de Arellano, Señor de Cameros.

 

Segunda parte del Nobiliario Genealógico de los Reyes de España y Títulos de España (1622): familia Pascual (pág. 516)

Volviendo al tema de los escudos, hablar del escudo de los García es una aberración. El escudo pertenece a una familia, es a ella a la que se le otorga y sólo esa familia tiene derecho a usarlo. Más específicamente, se concedía a una persona y se le autorizaba o no que fuese hereditario en sus descendientes. García es el apellido más numeroso de España con casi millón y medio de habitantes y debido a su gran  difusión, es uno de esos apellidos que probablemente tengan varias decenas de escudos por merced de personajes de la historia que así se lo ganaron. Pero muy pocos de los que se apellidan García tienen derecho a usar alguno de estos escudos. El escudo tradicionalmente ha sido otorgado dentro del estamento nobiliario como reconocimiento personal por hechos relevantes y habitualmente era el propio beneficiario el que lo elegía. Es por este motivo, que salvo casos justificados y documentados, se debe prescindir de dar descripción alguna de escudos familiares. Sólo el estudio genealógico de un apellido permite establecer si le corresponde o no el uso de un escudo específico en función de sus antepasados. Sólo si tenemos el improbable caso de hallar un antepasado al que se le otorgó ese privilegio podríamos hacer ostentación de tal como un escudo familiar.

 

Lámina heráldica comercializada en Internet

Un caso aparte merecen los apellidos de origen toponímico relacionados con un lugar, zona o localidad concreta donde se originó. En este caso se podría usar el escudo oficial de ese lugar pero sin olvidar lo comentado anteriormente, no es un escudo heráldico sino el de una entidad político-administrativa. Usar el escudo de la localidad donde se originó el apellido sólo nos indica eso, un origen toponímico y nada más.

Con todo esto quedan definidos en gran medida los objetivos que podríamos plantearnos al comienzo de una investigación genealógica destinada a elaborar no sólo un árbol genealógico sino un buen estudio familiar, la metodología del proceso de búsqueda de datos, los documentos y lugares donde se hallan se pueden tratar en lo que denominaríamos “proceso de investigación” que se tratará en el siguiente artículo.