Índice de artículos:
I-Motivos de este trabajo
II-La industria en Torrecilla hasta comienzos del s. XX
III-El monte de Rivabellosa
IV-La fábrica de La Huesera
V-Torrecilla en Cameros: 1917
VI-Comienza un proyecto
VII-Sáenz de Tejada, Castells y Camps
Desde el último cuarto del siglo XIX estaban de moda en Europa los denominados muebles curvados vieneses. Aunque en un primer momento estos muebles sólo estaban al alcance de la burguesía de las grandes ciudades, con el transcurrir de los años y su fabricación en grandes cantidades, fueron economizándose, popularizándose y haciéndose más accesibles a la población general.
Las
técnicas para el trabajo de curvado de la madera llegaron a España de la mano
de empresarios valencianos que evolucionaron sus talleres artesanos
tradicionales hacia grandes fábricas de muebles. En las fábricas de algunos de
esos pioneros surgieron talleres de aprendices que emprendieron sus propios
negocios al calor del aumento continuo de la demanda hasta hacer de Valencia y
sus alrededores el mayor foco de fabricación de mueble curvado de España, del
cual hablaremos en el próximo artículo.
No
tenemos certeza de cuándo, cómo, o a través de quién, y seguramente desde
Valencia, la idea para la fabricación de muebles curvados llegó a Torrecilla en
Cameros. Entra aquí en escena el probable papel jugado por Enrique Camps Gómez,
el que a nuestro juicio puede ser la persona que encaminó el negocio hacia la
fabricación de muebles. Enrique Camps se mantiene junto a Alejandro Sáenz de
Tejada de la disuelta Sociedad anterior, que abandona Francisco Castells, y a
la que se incorpora como nuevo socio un joven Leopoldo Santaolalla Blanco.
El
12 de febrero de 1920, esta vez en la notaría logroñesa de Enrique Mora Arenas,
al permanecer vacante la de Torrecilla, comparecieron Alejandro Sáenz de Tejada
Moreno de 42 años, propietario y vecino de Torrecilla en Cameros; Enrique Camps
Gómez de 40 años, del comercio y vecino de Bilbao y Leopoldo Santaolalla Blanco
de 25 años de edad, boticario, natural de Leiva (La Rioja) y vecino de
Torrecilla en Cameros. Los tres constituyen la Compañía Mercantil de
responsabilidad limitada bajo la razón social “Sáenz de Tejada, Camps y Santaolalla, Sociedad Limitada”. La
duración prevista de la sociedad era de 6 años a contar desde el anterior 20 de
octubre de 1919 salvo fallecimiento de alguno de los tres socios en cuyo caso
se acuerda liquidar y disolver la sociedad. Se fija la sede social en
Torrecilla en Cameros con domicilio en la calle Pedro Sagasta 13, siendo el
objeto del negocio dedicarse “a la compra y venta de maderas e industrias
derivadas”. La nueva empresa se inscribirá el 18 de febrero de 1920 en el
Registro Mercantil de Logroño.
Todavía
no tenemos seguro los datos biográficos y el motivo de la relación de Enrique
Camps con Torrecilla. En ningún momento llegó a residir de forma permanente en
la villa ya que no se le anota en los padrones municipales de habitantes de
esos años. Sin embargo, será un miembro destacado de la Sociedad torrecillana
asumiendo por ejemplo la vicepresidencia del Círculo Torrecillano en 1923. Si
era uno de aquellos pioneros veraneantes que llenaban el pueblo en época
estival, o tenía algún tipo de parentesco con algunos habitantes, es una
incógnita por el momento.
Pese
a que en las escrituras de constitución de las dos Sociedades ya vistas figura
como vecino de Bilbao y dedicado al comercio, son muchos los datos que lo
relacionan con Valencia. Junto con un apellido típicamente valenciano, los
frecuentes viajes que hace entre Valencia y Torrecilla junto con su familia y
de los que hay varias noticias en el diario La Rioja. En dichos viajes se hace
acompañar de su esposa Lorenza Ruiz Alloza, su suegra Ascensión Alloza y varias
sobrinas, todas ellas naturales de aquellas tierras valencianas y que vienen a
pasar el verano a Torrecilla.
Así
que a día de hoy, Enrique Camps es el primer y más probable nexo de unión entre
Alejandro Sáenz de Tejada, principal impulsor de todos estos negocios, y
Valencia, capital aquellos años del denominado mueble curvado en España, desde
donde llegará todo lo necesario para poner en marcha el ambicioso negocio de
fabricación de muebles.
El tercer socio era un por entonces joven Leopoldo Santaolalla Blanco y daba sus primeros pasos en el mundo de los negocios. Nacido en Leiva el 10 de noviembre de 1894, era hijo de Justo Santaolalla Villanueva, médico local, y de Margarita Blanco Barahona, a su vez hija del farmacéutico Pedro Blanco que había recalado junto con su esposa e hija procedente de su último destino en Torrecilla.
Estos
abuelos maternos, el farmacéutico Pedro Blanco Cantabrana y su esposa Ambrosia
Barahona, naturales de Treviana, habían llegado a Torrecilla en 1855 para
hacerse cargo de la plaza de boticario vacante tras la renuncia de su anterior
poseedor Pedro Pablo Usera. Entre los hijos del matrimonio estaban, Margarita,
madre de Leopoldo Santaolalla, y su tío Vicente, nacido en Foncea, el anterior
destino como boticario de su padre Pedro. Será éste hijo Vicente Blanco el que
se quede con la plaza de boticario local en Torrecilla en 1875 tras la salida
de sus padres y hermana rumbo a la farmacia de Leiva, en donde nacerá Leopoldo Santaolalla.
Con
tan sólo cinco años fallece su madre Margarita, y tres años después su padre
Justo. De este modo con ocho años de edad y huérfano de padres se traslada a
residir a Torrecilla junto a sus tíos Vicente y Luisa Sáenz-López Román que
todavía no tenían ni tendrían hijos propios. Esta prematura orfandad y traslado
hace que en muchos documentos no oficiales consultados figure como natural de
Torrecilla en Cameros. Junto al niño Leopoldo se traslada su hermano Luis que
proseguirá la saga familiar estudiando Ciencia y Farmacia en Madrid.
En Torrecilla crecen los hermanos Leopoldo y Luis Santaolalla en casa de sus tíos convertidos en padres adoptivos. Casará con su convecina Estefanía San Juan Ayarza de cuyo matrimonio nacieron Vicente, Luis, Leopoldo, Francisco y María de la Concepción.
La
sociedad “Sáenz de Tejada, Camps y Santaolalla” que se acababa de constituir a
comienzos de 1920 contaba con un capital social inicial de 30.000 pesetas
aportado en metálico por partes iguales por los tres socios, que como veremos,
se antojará insuficiente para la envergadura de la industria que se disponen a
montar. Se describe la empresa como “perteneciente al negocio industrial de
fabricación de muebles curvados de madera”, y como en la anterior ocasión, para
la explotación del negocio, el socio Alejandro Sáenz de Tejada cede en
“arrendamiento el uso y disfrute de los edificios con terrenos anexos y el
salto de agua, con su canal, conducción y desagüe”. Nuevamente Alejandro Sáenz
de Tejada, con independencia del devenir mejor o peor del negocio de
fabricación de muebles, se asegura otra fuente de ingresos por el alquiler de
la fábrica con su salto de agua, y por el suministro de la madera del monte de
Rivabellosa.
Tal
decisión suponía dar un salto cualitativo en el negocio al pasar de un pequeño
aserradero en que se fabricaban ciertos componentes agrícolas por encargo sin
apenas maquinaria ni mano de obra, a una verdadera fábrica de muebles más que
pretenciosa a tenor de la maquinaria adquirida. Se trataba de un negocio de
proporciones importantes para unos novatos empresarios que carecían del
capital, maquinaria, personal y experiencia necesarios y que se irá poniendo de
manifiesto en años venideros.
Salvo
para el capital, que se buscará en Logroño, para el resto han de desplazarse a
Valencia, desde donde irá llegando todo lo necesario. Durante todo el año 1920
debieron ser frecuentes los viajes a Valencia para tratar de establecer los
contactos para formarse en el negocio de la mano de empresarios locales así como
adquirir la maquinaria necesaria para la puesta en marcha del negocio. Comienza
así una relación con tierras levantinas que perdurará durante los próximos años
culminando el verano de 1924 en las figuras de Manuel Pascual Salcedo y Juan
Bautista Mocholí.
Al
mismo tiempo se realizaron obras de importancia en la fábrica de La Huesera
para adecuar el viejo molino papelero, que ya había cumplido los 80 años de
vida, para dar cabida a la nueva empresa con sus modernas y pesadas máquinas.
También el viejo canal de agua que se abastecía desde la presa de San Lázaro
fue objeto de adecuación y ampliación ya que se debían instalar en él las
turbinas que accionasen los generadores de electricidad y todo el sistema de
transmisión por ruedas y cintas que moviesen la nueva maquinaria.
Las
30.000 pesetas de capital social no cubrían ni de lejos la inversión que había
de hacerse. Se hubo de recurrir a diversos préstamos y líneas de crédito para
las obras de adecuación del edificio de La Huesera, comprar e instalar maquinaria,
así como para el día a día del funcionamiento del negocio.
En
1924, tan sólo cuatro años más tarde, con motivo de la disolución de la tercera
y última de las sociedades que estamos viendo, entre las deudas que tenía
contraída la compañía estaban: 60.000 pesetas al Banco de España, 16.000
pesetas al Banco Riojano, y más de 137.000 pesetas a la Banca Hijos de
Saturnino Ulargui, todos de Logroño. En total eran 213.000 pesetas de deuda
bancaria acumulada en los tres años de vida del negocio que caían como una
pesada losa sobre el funcionamiento ordinario de la fábrica, y como vemos, muy
por encima de las 30.000 pestas aportadas de capital social por los tres socios
fundadores de la fábrica de muebles.
Arranca el año 1921 con los trabajos en el edificio bastante avanzados a falta de la colocación de maquinaria. Escribía el 22 de enero el corresponsal de Torrecilla en el diario La Rioja: “Han comenzado los trabajos para la instalación de una fábrica de muebles curvados, industria que ha de reportar innumerables benéficos a esta villa”. No faltan las loas a los emprendedores socios y una detallada, idealizada y paternalista visión del negocio que se pretende comenzar: “La Sociedad formada por los señores don Alejandro Sáenz de Tejada, don Leopoldo Santaolalla y don Enrique Camps, dando una verdadera muestra de actividad y competencia, se afana por terminar cuanto antes las obras, y al efecto, en la semana próxima quedará terminado el canal, se montará la tubería, así como también alguna de las muchas máquinas que han de funcionar”.
En lo referente al material y el volumen e importancia del mismo a colocar, se mencionan tres vagones de tren llenos de maquinaria, moldes para el curvado y demás útiles, que ya se han recibido en Logroño y otros que se esperaba llegasen en breve. La maquinaria se había adquirido en Valencia desde donde se anuncia la llegada de José Pascual, dueño, mecánico y montador del taller de construcción de maquinaria “Talleres Pascual”. En años posteriores regresará José Pascual a Torrecilla para arreglar o instalar nueva maquinaría de la que hay alguna noticia en el diario La Rioja.
De
hacerse realidad, se abría un futuro esperanzador para Torrecilla ya que las
expectativas de producción eran grandiosas: “Tratase de hacer una producción
diaria de 200 a 300 muebles, desde los más complejos y delicados hasta los más
sencillos”. No menos esperanzadoras eran las de puestos de trabajo: “Tendrán
ocupación dentro de la fábrica más de 150 obreros de ambos sexos, y si se
agregan los necesarios para el arrastre de materiales y porte de los productos,
bien puede calcularse que la nueva industria dará jornal a más de 200
personas”.
En
lo referente al local que había de ocupar la industria y la organización del
trabajo se escribe: “El local en que se va a instalar la fábrica es un edificio
que forma un cuadro de unos 40 metros de lado. Se colocará en la planta baja
las sierras, tornos, máquinas de curvar, de sacar chapa y dibujarla; y en el
primer piso estará ocupado por otras máquinas, barnizadoras, etc., para la
terminación de la obra. La máquina de vapor y el secadero se colocaran en
edificios contiguas a la fábrica”.
Entre
los datos que proporciona la noticia tenemos el nombre de Vicente Sanchís, el
que habría de ser su director con experiencia similar en fábricas de Barcelona,
Valencia o Madrid, aunque como veremos, durará poco en el cargo. Para julio ya
es el valenciano Francisco Malonda el nuevo director de la empresa.
La
mañana del 11 de febrero se produce la puesta en marcha de la turbina que la
empresa Corcho Hijos, S.A. de Santander había estado instalando. Dicha turbina
modelo de “aspiración”, había de entre otras cosas, dar movimiento a las
máquinas y accionar un pequeño dinamo para la producción de energía eléctrica
para el sistema de alumbrado de la fábrica. “Una salva de aplausos y de vivas
entusiastas salió espontáneamente de todos los que presenciaron el acto. Los
señores socios y montadores de las máquinas recibieron numerosas
felicitaciones”. Por la tarde se celebra el acontecimiento con una merienda
para unos cien comensales en la misma fábrica en la que no faltaron los
cabritos asados al estilo argentino elaborados por Carmelo Ibarra, torrecillano
afincado en aquellas tierras americanas. La fiesta continuó más tarde como era
habitual en todo tipo de celebraciones en las instalaciones del Casino
Torrecillano.
Pese al ritmo acelerado de los trabajos, todavía habrían de pasar varios meses para poner en funcionamiento la industria. Todo parece caminar en el buen sentido para el negocio. Solucionado el tema de la financiación, y en el buen camino el montaje de la industria, sólo queda por preparar la mano de obra, abundante y dispuesta en Torrecilla, pero que desconocía por completo cualquier tipo de trabajo industrial y éste en particular, y por lo tanto, el empleo de las modernas máquinas que se estaban instalando en el edifico de La Huesera.
Para
poner en marcha el negocio y formar al personal, a primeros de marzo llegan por
primera vez desde Valencia personal cualificado: un oficial para el curvado,
otro afinador, un tornero mecánico y un armador.
Durante
el verano se suceden los viajes entre Torrecilla y Valencia de obreros
especializados, el director de la industria Francisco Malonda y el fabricante y
montador de maquinaria, José Pascual. De ellos da cuenta el diario La Rioja en
varias ocasiones, así como por primera vez el 30 de octubre, tenemos noticia de
los muebles fabricados en Torrecilla: “Ayer tuvimos el gusto de admirar en el
Café Habana unos magníficos sillones construidos en la fábrica de muebles
curvados de Torrecilla de Cameros, de la que son propietarios los señores Sáenz
de Tejada, Camps y Santaolalla, y nos podemos felicitar de que en nuestra
provincia se haga tan buena labor, pues además de lo bonitos que son tienen una
construcción muy sólida”.
Como
era menester, se debió elaborar un catálogo con los productos fabricados en la
empresa con el que realizar la labor comercial. Tan sólo he conseguido
localizar una fotografía con uno de los sillones elaborados en Torrecilla que
forma parte de la patente solicitada ante la Oficina de Patentes de la
Dirección General de Comercio e Industria, el 3 de noviembre de 1921. Con la
denominación 85-R y paginada con el nº 6, sin duda debió formar parte de ese
catálogo y quién sabe si son esos sillones los que menciona La Rioja días antes
sitos en el Café Habana de Logroño. De lo que no cabe duda es que, a día de
hoy, es la primera imagen de uno de los primeros muebles curvados elaborados en
Torrecilla en Cameros.

El
edificio del antiguo molino papelero de La Huesera constaba de planta baja y
otras dos más sobre ella, siendo su forma rectangular de aproximadamente uno 41
metros de largo por 20 de ancho, por tanto, algo más de 800 m2 por planta.
Además del edificio, correspondían a la propiedad los terrenos que por el norte
se extendían hasta el antiguo camino de San Lázaro y por el sur hasta el río
Iregua, junto con el aprovechamiento del salto de agua mencionado.
El
interior del edificio se había distribuido en un proceso de fabricación
“vertical” de abajo a arriba, desde la madera en bruto en planta baja hasta el
producto elaborado en la segunda planta. Este sistema, sin duda debido a la
falta de espacio suficiente como requiere una industria de este tipo con
maquinaria, productos iniciales, intermedios y finales de gran volumen, será un
inconveniente que arrastrará la fábrica hasta su cierre. Prueba de ello serán
los intentos de ampliación en el poco espacio anexo disponible en años
venideros.
Para
paliar estos problemas de espacio se compran esos años dos fincas: la primera
sita en la carretera de Logroño-Soria, en el cerrado titulado de la Cuesta,
comprada a Álvaro de Cortazar en 1.500 pesetas; la segunda en el Llano de San
Julián a Amalia López Soto por 500 pesetas. El traslado de parte de la
producción a las instalaciones en Torrecilla de la denominada “fábrica de
arriba”, Logroño u Oyón (Álava) en años posteriores, solucionan temporalmente
el problema de espacio que se arrastrará hasta 1969, aunque creará otro más
severo, la ineficiencia logística y económica provocada de tal dispersión de
centros productivos.
Más
adelante habrá ocasión de entrar en detalle de los productos elaborados y del
proceso de fabricación, pero sirva la descripción hecha por el propietario
Alejandro Sáenz de Tejada en uno de los contratos de alquiler del edificio para
ver cómo era esa división funcional del espacio. En planta baja existía el
escritorio, talleres de mecánicos, serrería, caldera de vapor, talleres de curvado
de la madera, instalaciones complementarias, secado y cuadras. En la planta
primera existían tres talleres de ebanistería, armado de muebles y de
barnizado. En la planta segunda, tres grandes espacios servían para almacenar
los productos terminados. Obviamente, una vez finalizados los productos habían
de retornar a planta baja para su salida al mercado.
Puesta
en funcionamiento la fábrica de muebles curvados sus accionistas dan muestra de
la importancia social y económica que tienen en Torrecilla. Alejandro Sáenz de
Tejada había sido alcalde de Nalda en años anteriores cuando residía en dicha
localidad, sin embargo tardará todavía en involucrarse personalmente en la vida
política torrecillana. Pero esa falta de presencia personal no nos puede llevar
a engaño de que una persona de su importancia social y económica no participase
de una u otra forma en la toma de decisiones políticas, más dado los
antecedentes familiares de su padre José María Sáenz de Tejada Manso que había
sido un destacado miembro del partido carlista en los primeros años de la
Restauración llegando a ser candidato a Cortes Generales por dicho partido en
1870 e incluso jefe militar de una partida guerrillera que se hecho al monte en
el verano de 1871. Con tales antecedentes, la vida de Alejandro Sáenz de Tejada
estuvo marcada por la política además de los negocios, siempre entorno a
posiciones monárquico-tradicionalistas.
El
29 de enero de 1922 se habían proclamado automáticamente los nuevos concejales
para los próximos dos años en base al artículo 29 de la ley electoral de 1907
al ser igual el número de candidatos y concejales elegibles. Lo mismo había
sucedido en 1920, no llegándose a celebrar las elecciones al no haber
competición entre candidatos.
El
1 de abril, un jovencísimo Leopoldo Santaolalla asume la alcaldía torrecillana
en sustitución de Santiago Huerta Gil por ocho votos a favor y uno en blanco. A
parte de los durísimos requisitos que la Ley exigía para ser candidato, y que
no estaban al alcance de la mayoría de la población, podemos ver como la élite
local se repartía tranquilamente el poder municipal evitando la competencia
entre ellos y la “incomodidad” del sistema democrático. Esta corporación será
la última elegida “democráticamente” tras el golpe de estado de Primo de Rivera
a mediados de septiembre de 1923. No será hasta abril de 1931 cuando se
recuperen los ayuntamientos democráticos que dieron paso a la II República.
Pese
a la abundante información de los comienzos de la fábrica de muebles el año
anterior, en el presente las noticias escasean. Con mayor o menor fortuna se
fueron elaborando muebles que se vendían principalmente en un mercado de
proximidad.
Torrecilla
en Cameros, localidad liberal incluso antes de Sagasta, cabeza del liberalismo
más progresistas, recibe el 29 de agosto la visita de Alberto Villanueva,
político liberal, diputado a Cortes por su Partido Judicial acompañado por
varios diputados provinciales al que cuatro meses antes el nuevo ayuntamiento
había enviado una carta de “amistad y adhesión tanto general como particular
por cuantos actos tiendan al bien de los intereses generales y particulares
del pueblo y municipio”. La crónica de
La Rioja de aquel día narra la visita, y entre las paradas de la misma, una a la
fábrica de muebles en la que se le mostró cada una de las etapas de fabricación
de los muebles y en la que, “alabó el perfecto funcionamiento de las máquina,
llamándole la atención la de sacar chapa, para la que, previamente dispuesto un
tronco o cilindro de madera se hizo funcionar aquella, obteniéndose láminas
continuas de grueso y anchura que se deseaban”.
También
en agosto de 1922 toma posesión de la notaría vacante de Torrecilla como primer
destino tras aprobar las oposiciones, Jesús Martínez-Corbalán Martínez. Abogado
natural de Calasparra (Murcia), estará hasta 1929 como notario en Torrecilla y
serán él y su descendencia, fruto del matrimonio con una de las hijas de
Alejandro Sáenz de Tejada, protagonistas fundamentales en el devenir del
negocio.
En
apenas dos años de funcionamiento, la fábrica empezaba a dar muestras de que no
era tan fabuloso negocio como todos auguraban en un principio. Es difícil determinar
cuáles fueron las causas exactas de este fracaso aunque podemos intuir algunas
de ellas que hemos idos poniendo de manifiesto y que continuarán en años
posteriores con los nuevos dueños Salcedo y Mocholí.
No
debieron cumplirse en su totalidad las grandes expectativas de negocio
previstas en un principio, ni en lo que se refiere a producción de muebles, ni
como generación de empleo. Para esa época la industria valenciana de muebles ya
había puesto de manifiesto que el asegurarse un abundante, cercano y rápido
suministro de madera, como era el caso de la fábrica de Torrecilla, no era
suficiente para la buena marcha de la industria frente a una buena instalación,
maquinaria moderna, personal cualificado y un nuevo y fundamental factor que no
hemos mencionado todavía, la proximidad del centro productivo al mercado final
o en su defecto, cercanía a una buena, rápida y barata red de transporte del
producto final.
A
comienzos de 1923, Enrique Camps abandona el negocio y regresa definitivamente
a Bilbao, quedando como únicos socios de la empresa Alejandro Sáenz de Tejada y
Leopoldo Santaolalla. Sin embargo, se lleva con él la experiencia acumulada y
los errores cometidos y no tardará en
iniciar en Basauri, en el barrio conocido como Dos Caminos, un proyecto
similar para fabricación de muebles curvados. Pero nuevamente la aventura en el
mundo del mueble le duraría poco. En agosto de 1924 un incendio, mal recurrente
en este tipo de industria, destruyó por completo su recién estrenada fábrica de
muebles abandonando el negocio para siempre. Al año siguiente cambia de sector
y abre un restaurante en el número 2 de la calle de la Esperanza en Bilbao,
perdiendo su rastro biográfico.
Una
vez solucionada la salida de Enrique Camps, el 16 de marzo de 1923, en la
notaria torrecillana de Jesús Martínez-Corbalán, se firma la escritura de la
nueva Sociedad que a grandes rasgos hereda las estipulaciones contempladas en
la anterior en cuanto a alquiler de fábrica y suministro de madera por parte
del socio Alejandro Sáenz de Tejada. La nueva empresa se inscribe en el
Registro Mercantil de Logroño el 23 de abril bajo la denominación: “Sáenz de
Tejada y Santaolalla, Sociedad Limitada”.
La
nueva Sociedad tendrá una andadura bastante efímera. Serán apenas unos meses
que suponen tan sólo la desaparición de un socio y el cambio en la denominación
social, continuando el negocio con la pesada carga de los créditos contraídos
para el montaje de la fábrica y las deficiencias en cuanto a mano de obra
cualificada y costes de producción y distribución del producto terminado.
Del
origen del mueble curvado, de la importancia de Valencia en su introducción y
difusión en España, del funcionamiento de estas fábricas, y en particular la
que nos ocupa, hablaremos en el siguiente punto que culminará en julio de 1924
con la liquidación y cuenta del negocio por Alejandro Sáenz de Tejada y
Leopoldo Santaolalla. Pero tratándose de dos “emprendedores” natos, como se
diría actualmente, ninguno de ellos estuvo inactivo mucho tiempo tratando de
dar continuidad al negocio de maneras totalmente diferentes. Para saber de ello
tendremos que esperar a una próxima ocasión.